Las “aguas”

Donde viven las truchas.

por ARMANDO MAUBRE

El conocimiento del ambiente en el cual transcurre la vida del pez, resulta de gran u tilidad para el pescador. Esta nota nos introduce en el hábitat de las truchas.

Destinamos esta nota a lograr familiaridad con el ámbito donde la trucha despliega sus actividades. Nos estamos refiriendo, en general, a las “aguas”. Y, en particular, a su contenido y continente.
La importancia de este tema resulta de por sí obvia, pues es allí donde el pez nace, se alimenta, reproduce y finalmente muere.
Quiero aclarar que no se trata de un estudio profundo de esta materia -enfoque que escaparía al propósito de estas notas-, sino más bien de la divulgación de ciertos conocimientos básicos, que son de utilidad y sirven de orientación para que el pescador sea más eficiente en la prosecución de su objetivo: pescar truchas.
El río o lago y su entorno constituyen un medio ecológico caracterizado por un perfecto equilibrio entre sus componentes. Los peces que lo habitan forman parte ancestral de ese ecosistema. En él han sabido sobrevivir, adaptándose a todos los cambios sufridos por nuestro planeta, por millones de años. El único ser capaz de romper ese equilibrio es el hombre. En los últimos cien años se ha puesto en evidencia, con mayor claridad, su rol de depredador. En lugar de actuar como el regulador del conjunto, función que estaría más de acuerdo con su condición de “Rey de la Creación”, aparece como su verdugo.
Su gran capacidad para la destrucción no se limita al exterminio de una especie en particular, como -tratándose de peces- ocurre a través de la pesca comercial masiva o la excusa del “deporte”. También afecta al medio, mediante la contaminaciÓn y la modificación de los cursos de agua debidos a usos industriales, que jamás tienen en cuenta la necesidad de sus habitantes naturales.

Es hacia el hombre, entonces, donde deben ser dirigidos nuestros esfuerzos de prédica educativa, con el objeto de revertir esa alarmante tendencia a la destrucción y para que la -pesca, como verdadero deporte y tratamiento natural contra el estrés, no se convierta muy pronto en una leyenda.
A esta altura, quiero detenerme para dedicar un párrafo muy espe”,ial a los pescadores con mosca, a cuyo grupo me siento orgulloso de pertenecer. He observado, más de una vez, que son capaces de batallar contra una presa por espacio de varios minutos y emplear otro tanto en reanimarla si está muy agotada.

No hay vista más reconfortante para un pescador mosquero que observar como otro devuelve viva a su presa. Esta acción, invariablemente, me arranca aplausos. Resulta, además, un privilegio de los pescadores deportistas que los cazadores no pueden reclamar para sí, a menos que usen una cámara fotográfica como arma.

Importancia del termómetro

Retornando nuestro tema, diremos que la trucha vive en aguas claras, frescas, bien oxigenadas y de tenor preferiblemente neutro o ligeramente alcalino. Esto define una de las características: el “contenido” del agua. La otra a tener en cuenta es, como ya dijimos, el “continente”, que es lo que establecerá si se trata de aguas corrientes o aguas quietas; es decir, ríos o lagos.
Temperatura y contenido de oxígeno del agua se hallan ligados a la “actividad” de los peces. Exceder ciertos valores o bandas, e¡tablecidas por los expertos, habla de aletargamiento e indiferencia hacia alimentarse, puesto que provoca cambios profundos en el metabolismo del pez, capaces de producir hasta su muerte.

Las temperaturas límites por debajo y por encima de las cuales las truchas Arco Iris no se alimentan son 2″ C y 26″ C, respectivamente.
En aguas de 7″ C, tardan en digerir, aunque sea una pequeña cantidad de alimento, aproximadamente 48 horas. A 10″ C, el mismo pez digiere su comida cada 24 horas. y entre 12″ C y 15″ C, cada 12 horas. A partir de este pico, la curva de intervalos de alimentación vs. temperatura, decae hasta el valor mencionado más arriba, donde deja de alimentarse.

Las “aguas”…

Desde el punto de vista estadístico, un pescador tiene, entonces, de 4 a 6 veces más oportunidades que una trucha tome la mosca a 12/15° C que a 7° C ó 21° C. De manera que, cuando vean a otro pescador tomando la temperatura del agua, no piensen que está exagerando. De hecho, tiene una muy buena razón para ello.
Desde luego, no todas las especies tienen la misma predilección por las mismas temperaturas. Las truchas de Arroyo no pueden soportar valores termométricos mayores de 24° C y viven bien en aguas frías y limpias. En cambio, las Marrones son capaces de sobrellevar temperaturas de hasta 28° C, aguas frías y hasta cierto grado de polución.
Las temperaturas ideales de la superficie del agua, para las especies más conocidas en nuestro país son: Trucha de Arroyo 12 a 14° C Truchas Marrón y Arco Iris 15 a 18° C

La O del H2O

El contenido de oxígeno disuelto en el agua, tiene gran influencia en los hábitos de alimentación de los peces y está relacionado con la posibilidad de su supervivencia en ese medio líquido. Los límites establecidos por los ictiólogos se encuentran entre las 12 partes de oxígeno por millón (ppm) y las 4 ppm como mínimo. Este último valor se vuelve crítico cuando la temperatura del agua asciende a los 25° C.
Durante el verano, estación que coincide con la época en que se permite la pesca de salmónidos en nuestro país, las altas temperaturas reducen la capacidad de disolución del oxígeno del aire en el agua. Este fenómeno se nota especialmente en las aguas quietas de lagos y lagunas.
Es por eso que los vientos juegan un importante rol en ese intercambio.
Ellos son los causantes del oleaje, que aumenta la superficie del agua en contacto con el aire y, al mismo tiempo, facilita la disolución de su oxígeno al removerla. Otro tanto ocurre en las cascadas y las correderas de los ríos, lugares preferidos por las truchas en los días de canícula.
Los excesos, también aquí, son perniciosos. Para dar una idea de este problema, recordemos lo que ocurre en las grandes represas hidroeléctricas. La salida de las turbinas producen espumosos chorros de agua a gran presión que disuelven, además del oxígeno, el nitrÓgeno del aire en grandes cantidades.
Este, absorbido a través de las agallas del pez y visible como burbujas bajo su piel, termina por causarle la muerte.

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