Dos tardes con las fontinalis

por Cristián A. Bengolea

Hacia fines del agobiante año  2002, me puse a pensar como iba a festejar un compromiso que se avecinaba en mi vida, que resultaba difícil de eludir y a la vez tentador para realizar alguna escapada original que me permitiera festejar como correspondía mis 20 años de casado.

La vida, que muchas veces es muy generosa con los humanos, me cruzó con una invitación que me cursara el propietario de la Hostería Bahía Arenal en el lago La Plata, provincia de Chubut, la cual cayó como anillo al dedo para enfrentar el compromiso por venir.

Dado que mi compañera de los últimos 20 años de vida es  amante de los paisajes cordilleranos y de la Patagonia, no dudamos un segundo y decidimos pasar en Bahía Arenal nuestro aniversario.

Inmediatamente fui a la biblioteca en busca del Boletín Mosquero de primavera del 95, y releer el articulo que Marcelo Morales publicara sobre la pesca en el lago La Plata y sus alrededores.

El día 11 de marzo pasado (el día D) partimos en el avión de las 6 AM. con destino a Comodoro, donde nos esperaba el encargado de Bahía Arenal con su camioneta dispuesto a cruzar de este a oeste  en búsqueda de las aguas del lago y la madera de la hostería.

Luego de recorrer los lindísimos 340 Km de la ruta que va de Comodoro a Esquel, y sorprendernos de la magnifica ciudad de Comodoro Rivadavia y sus alrededores, del nivel de limpieza y estado de la ruta, sobre todo hasta Sarmiento, llegamos a Alto Río Senguer, en donde nos esperaba un costillar de cordero al horno, cuyo sabor y excelente preparación, haría que cualquier ciudadano del mundo pagara U$S 50 por comerlo en algún restaurant francés.

Con nuestras reservas recompuestas por el almuerzo, y el tanque de la camioneta completo por el combustible, partimos rumbo al lago que dista unos 95 Km de Senguer, por un ripio que si bien tiene 2 o 3 pasadas algo complicadas para un auto chico, hasta unos 7 Km antes del muelle no se presenta como algo imposible. Los últimos 7 Km no son nada recomendables para un vehículo común. Para este tramo es indispensable una camioneta, y si es 4×4 mejor.

Yo sabía  que el clima en esta zona no es muy favorable, sobre todo por los fuertes vientos que soplan todo a lo largo del valle que ocupa el lago, y que su navegación debe ser muy cuidadosa, sobre todo los días muy ventosos. Cuando llegamos al lago Fontana, que es el primero que aparece, este se mostraba calmo dado que ese día había poco viento, pero cuando divisamos el La Plata, los “corderitos” de la olas se marcaban claramente a pesar del tímido viento que nos recibía.

Si bien me inquietaba como lograríamos cruzar el lago, cuando llegamos al muelle que tiene la hostería en la margen norte del lago cerca del río Unión, nos esperaba amarrada la “Asterix”, una Bertram de 28 pies con dos Volvo Penta de 240 hp. cada uno, doble puente de mando, uno en cubierta y el otro dentro de  cabina, en condiciones de cruzar con suma facilidad y confort dicho lago en cualquier situación de viento y oleaje, con toda la tecnología y seguridad náutica que se pueda disponer hoy en día.

Treinta y cinco minutos de navegación transcurrieron desde que comenzaron a rugir los Volvo Penta hasta llegar a la magnifica hostería ubicada en la margen sur del lago, aproximadamente  a mitad de navegación desde el embarcadero de donde salimos y  el fondo del lago, ya sobre el límite con Chile.  Realmente la “Asterix” nos regaló un paseo formidable.

La imponente obra realizada en  la Bahía Arenal me conmovió profundamente. Resultaba realmente increíble encontrar en ese lugar una hostería de la magnitud y la calidad de “Bahía Arenal”. Rápidamente recordé el articulo de Marcelo de hace apenas algo mas de 7 años, en donde el proyecto estaba en veremos, y lo contrasté con lo que se me presentaba a la vista. La magnifica obra del hombre que con su ingenio y tesón, logró entrometerse en la obra de Dios, pintando un cuadro de una belleza incalculable. Padre e hijo trabajando en el mismo sentido.

Ya algo mas tranquilo gracias al escocés con hielo que me saboreaba en el living de la hostería contemplando el magnifico lago, comencé a programar mi encuentro con las Fontinalis que citaba Marcelo en su articulo. Debía repartir salomonicamente mi tiempo entre el motivo familiar que me había llevado a dichos lares, y el deseo casi atávico de prender un pescado con mi caña. Tenia solo dos días para no romper ese equilibrio entre la vida familiar y la pesca, por lo tanto decidí dedicar las tardes a las Fontinalis.

Llegadas las 4 de la tarde del día 1, di por concluida la etapa familiar del día y dado que el clima acompañaba con muy buen tiempo pero ventoso, decidí no salir en uno de los gomones para pescadores que posee la hostería, y fui a lanzar las plumas a las bahías que están a la derecha de la hostería, en donde desemboca el arroyo Ingenieros. Comencé con la primer bahía antes de la boca del Ingenieros, y viendo que el veril se encuentra a pocos metros de la costa, decidí allí no más probar suerte con una Worm negra.

Primer cast y ¡zas!, pique. Segundo cast y ¡zas!, pique. Enseguida me di cuenta que Marcelo no había exagerado  ni un poco en su articulo. Al finalizar la tarde ya contabilizaba 34 truchas en escasas tres horas de pesca, con un 30% de ellas por debajo del kilo, y el resto alrededor del kilo, con máximos de una hembra de 1,25 kilos y un macho de 1,4 kilos (pesadas como corresponde). Realmente disfrute  mucho el ver como salían las truchas de abajo del veril para tomar la mosca.

Luego de pescar un rato con la Worm negra, decidir probar otros colores. De todas las alternativas probadas, las Wolly Baggers blancas las excitaban tremendamente. Tal es la atracción que tenían por los colores blancos, que en un momento cambie por una Marabou Maddler blanca, que al caer al agua quedó como un pompón flotante al que atacó rápidamente una trucha que la tomo con el costado de la boca, por lo que se sumergió con el pompón de Marabou muy expuesto. La sorpresa increíble fue que otra fontinalis atacó el Marabou prendido de la boca de la trucha clavada.

Todas las truchas prendidas además de su extraordinaria belleza natural, mostraron unos colores muy intensos,  muy buena gordura y mucha potencia, la cual se hacia sentir en mi equipo liviano. Algunas de ellas se atrevieron a insinuar algunos saltos.

Ya con mi instinto satisfecho, puse rumbo al living y al escocés con hielo.

Atendido como un rey, con comida y bebida de primera, coroné mi día con un yacuzzi antes de entregarme al reparador descanso que el cuerpo me demandaba dada la pesca vespertina, y la escalada a la “cima” que había realizado por la mañana; se trata de una subida a un cerro espectacular que demanda aproximadamente 4 horas entre la subida y la bajada.

La segunda tarde me encontró nuevamente en las mismas bahías, pero en la que sigue a la boca del Ingeniero. Si bien estaba algo más nublado y ventoso, los piques se sucedían uno tras otro.

En un momento dado el viento calmó, las aguas se aquietaron y el típico silencio de la montaña y el lago no dejo dudas que se trataba de una  invitación a las secas que se  hizo irresistible. Que manera de disfrutar la  exquisitez de tentar una trucha con  una caddis llamativa. Realmente disfruté muchísimo esa tarde mientras duró la calma. 

Solamente el silbido del vuelo de la línea y el suave ulular de la turbina de la usina hidroeléctrica de la hostería, se sobreponían al sordo sonido del silencio que reina en este lugar.

Llegada la hora de las gaitas y nuevamente  satisfecho por la faena del día,  fui al encuentro del escocés con hielo, contabilizando 28 truchas pescadas más unas 7 u 8 perdidas. En solo dos tardes de pesca sumaban 62 las piezas cobradas. Una de ellas fue sacrificada a fin de satisfacer la demanda gastronómica de mi mujer. Realmente la cantidad de pescados es de tal magnitud, que aquellos que aprecian la cocina de la trucha, pueden ver ampliamente satisfecha su demanda, siempre y cuando se avengan a los límites fijados por el reglamento.

La mañana siguiente nos recibió con un sol espléndido, y a pesar del viento decidí cruzar en uno de los gomones a la bahía Huemul, que se encuentra justo enfrente de la hostería, en  búsqueda de alguna arcoiris. La pesca duró aproximadamente una hora, en la que prendí varias fontis, y una sola arcoiris muy chica de unos 0,400 kilos. El viento era importante, por lo que se hacia dificultoso castear. En esa bahía, encontré unos lugares muy interesantes para probar, pero necesitaba mas tiempo del que disponía, pues la hora de partida eran las 11 AM y ya eran las 10:30.

Llegada las 11 AM, nuevamente la ”Asterix” rugió con furia, y puso proa al embarcadero que nos recibiera dos días antes. La imagen del lago y los cerros enmarcando a “Bahía Arenal” alejándose por popa bajo un sol espléndido,  conformaban una postal difícilmente de describir con palabras, sobretodo para una narrativa tan limitada como la mía.

Creo que mi experiencia en el Lago La Plata  fue exacta a la que tuvo Marcelo y que describiera en aquel artículo. El lago La plata se muestra fascinante para cualquier visitante sea este pescador o no.

Para los pescadores principiantes, podría llamarlo algo así como “el lugar ideal” para comenzar, dado que el éxito en la pesca   está asegurado y con ello se evitan las frustraciones iniciales que alejan tantos chicos de la pesca con mosca.

Para los mas avanzados, si bien los tamaños están algo por debajo de los ejemplares que se suelen buscar, la experiencia de la pesca con secas resulta realmente embriagadora, sobre todo con el uso de equipos livianos en los cuales estas fontinalis hacen sentir su alto voltaje.

Si a ello le sumamos el marco de enorme belleza y soledad que uno encuentra en el lago La Plata, el resultado es altamente satisfactorio y conforman una riquísima experiencia de pesca interesante para repetir.

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