Tradición mosquera

Hace unos años comencé a publicar en el Noticioso Donovan una serie de artículos que trataban de la historia de la pesca con mosca. Uno de los tantos embates económicos que hemos sufrido durante demasiado tiempo nos dejó sin ese interesante medio de comunicación y terminó con la serie recién empezada.
Hoy, pensando en el gran número de pescadores que se ha incorporado a esta hermosa disciplina y con la secreta esperanza de terminar con lo que habíamos iniciado en aquellos años, me parece útil recomenzar el intento.
La pesca con mosca es uno de los deportes más documentados. Como tal, tiene una historia muy rica, variada e interesante. Un ingrediente que, en mi opinión, le proporciona un encanto particular es la tradición.
Por tradición no me refiero a esos dictámenes duros, estrechos e “infalibles” que periódicamente afloran como las enfermedades en una vida plena e interesante, sino a la preservación cariñosa de dónde venimos, qué se ha hecho y por qué.
Nadie recuerda hoy con fastidio el “flogisto”, los “humores vitales” o la “piedra filosofal” .En la son risa que nos traen, hay mucho de sorprendido reconocimiento a grandes esfuerzos realizados con medios primarios, basados en informaciones más primarias aún.
En este contexto, aun aquellas durezas enquistadas en la tradición pueden ser amables, sobre todo en un tema como la pesca, deporte por excelencia, sutil mejorador del espíritu.
La perspectiva histórica nos permite apreciar con la misma sonrisa la “excomunión” de Skues por Halford en el Flyfishers Club de Londres o la idea de que las coloridas moscas de salmón victorianas representaban polícromas mariposas.
Un sector muy importante de la tradición de la pesca con mosca se refiere a la mosca en sí, vínculo terminal del sistema, depositaria de la inventiva, imaginación, esfuerzos, esperanzas y frustraciones de una larga lista de pescadores que, desde el siglo II hasta nuestros días, atraviesa como una larga hebra ininterrumpida la tela de la historia.
Por múltiples razones, el bastión más importante de la tradición mosquera se encuentra en Inglaterra. Esto no implica que allí se originó el deporte, sino que allí se documentaron con mayor prolijidad las cosas que sucedían y que, además, sucedían muy asiduamente.
La primera descripción detallada de una mosca truchera fue hecha por un historiador romano nacido a fines del siglo II, Claudius Aelianus, quien en su obra “De natura animalium” describe una indudable mosca, con cuerpo de lana roja y plumas de gallo beige.
Para su siguiente aparición en la literatura universal, las moscas tuvieron que esperar una abadesa de Inglaterra, Dame Juliana Berners.
Aunque su obra, publicada en 1496, lamentablemente no muestra ejemplos de señuelos, las descripciones de confección de los “famosos doce” no deja dudas acerca de que imitaban insectos voladores que existían en los ríos del sur de Inglaterra, como la mosca macedonia del siglo II. La abadesa utilizaba el vocablo “Fijes” para sus vestidos anzuelos.
De ahí en adelante, todos los señuelos confeccionados con pelos, lanas, plumas y atados con hilos se llamaron “moscas”, aunque no necesariamente imitaran estos insectos.

El impacto inglés ha sido tan grande que, hasta nuestros días, numerosos vocablos que identifican materiales, insectos o conceptos relacionados con la pesca con mosca, no tienen felices traducciones en otros idiomas.
¿No es mucho más una “may fly” que una?

Quizás la única categoría que merezca un pequeño comentario sea “moscas mojadas anegadas”. Ellas son las que flotan en el menisco que separa el agua del aire, como un bote lleno de agua, que no se va al fondo, pero tampoco flota. Ya hablaremos de ellas más adelante.
Al observar el cuadro, parecería que debe haber muchas más moscas mojadas que secas. Esto no es así.
La mosca seca, ídolo de Halford, era la que más veían nuestros antepasados. Era la que se observaba desde las márgenes de un río, volando en enormes nubes que venían de la nada o “navegando como pequeños navíos con sus velas enhiestas”.
Ese era el fenómeno que despertaba el interés de nuestros históricos correligionarios.
Tiene tal encanto visual, desde su idnica aparición hasta su súbita desaparición en un relampagueo, que su construcción ha motivado innumerables creaciones a través de los tiempos.
A pesar de que el enfoque moderno de “mouche de mai” o una “mosca de mayo”?
Al hablar de la tradición mosquera, tendremos que mencionar tipos de moscas.
Creo que un pequeño gráfico puede ayudarnos a tener un léxico común para entendernos mejor: pesca con mosca mojada comenzó alrededor de 1910, la expresión de larvas, pupas y ninfas, emergentes, atrapadas en el menisco, de transformación incompleta y de innumerables formas y materiales es de fecha muy reciente, casi de los últimos veinte años.
Si ésta les gustó, en las próximas charlas hablaremos de moscas que imitan insectos, inicialmente mojadas, de cómo se buscaba su flotación, de cómo aparecieron las secas (mencionadas específicamente por Pulman en 1841) y de cómo los dos métodos se cruzaron y entrecruzaron hasta toparse en 1900.
Veremos el lugar que le cupo a la entomología, un gran pescador que no escribía y de discípulos que sí lo hacían, un carnero vejado miserablemente y un canónigo que descuidaba su rebaño.
Charlaremos sobre el cruce del Atlántico, la imitación de alevinos y la persecución de la exactitud representativa.
Creo que nos vamos a divertir.
Hasta pronto.
Grizzly Muddler

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