Las moscas clásicas del salmón del Atlántico

Por Julio C. Gilardi

La presente es la primera de una serie de notas en las que trataremos diversos aspectos de estas fascinantes moscas. La idea es difundir gradualmente, a través de estas páginas, las técnicas especiales de construcción, los materiales, proporciones, etcétera, aunque antes debemos ubicarnos en el contexto histórico.

En primer lugar, es interesante analizar por que ciertas personas nos dedicamos a atar estas moscas que demandan tanto tiempo, estudio, paciencia y materiales muy raros y carísimos.


Responsable de desatar el concurso de atado de moscas
más extraordinario de la historia,
la Jack Scott es considerada con justicia
la más clásica de las moscas del salmón del Atlántico.

Podemos mencionar motivaciones muy diversas:
– Trascender el altruismo, es decir hacer algo que simplemente pueda ser admirado, sin que necesariamente preste un servicio. Algo así como la pintura o la escultura, como una forma de arte.
– Exaltar nuestro ego cuando estaqs moscas son apreciadas por otras personas, que invariablemente (aunque no entienden nada del tema) nos dicen que son hermosas.
– Aceptar el desafio que supone construirlas, como una forma de demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de hacerlas.
– Preservar la más cara tradición de la pesca con mosca
– Canalizar un deseo de búsqueda de la estética y la perfección.

Todo esto es cierto, pero hay algo más.

Si analizamos que están haciendo ahora algunos de los mejores atadores del mundo, como Paul Schmookler, Ronald Alcott y Bob Veverka, y qué hicieron al alcanzar la segunda mitad de sus vidas destacados atadores de otras épocas, como George Kelson, John Traherne y Charles De Feo entre otros, llegamos a una conclusión interesante. Se dedicaron a atar moscas que estuvieran más allá de la pesca, que trascendieran la mera utilidad, como una forma de ponerle un bonito moño a la actividad, a la cual habían dedicado quizás la mayor parte de sus vidas. Digamos que es una manera muy elegante de hallarle conclusión a toda una vida dedicada a la pesca. Hace algunos años, en una charla de amigos, alguien con muchos años de río dejó flotando en el ambiente una de esas frases que provocan miradas incrédulas en unos y expresiones cómplices en otros: “el aficionado empieza pescando con carnada, después pasa a los señuelos, más tarde se interesa por la pesca con mosca, y finalmente, cuando alcanza cierto nivel, deja de pescar”.

Bella creación contemporánea del norteamericano Ronald Alcott,
la Colonel’s Lady es un exponente de la categoría Whole Feather Wing.

Personalmente opino que esta evolución, lenta y progresiva, es en muchos casos inexorable. Los primeros síntomas se producen cuando uno, después de pescar una trucha, un dorado, o lo que sea, en vez de seguir pescando se sienta a la orilla del río, a mirar el agua, los peces, los pájaros, el cielo, la vegetación… Y llega un momento en que uno se funde con el paisaje; uno forma parte del paisaje. Se disfruta de la contemplación y se siente el fluir de la vida de una manera intensa, diferente. Entonces uno empieza a ir al lugar de pesca con la caña, pero la usa muy poco o directamente ni la desenfunda. Finalmente termina yendo al río sin el equipo de pesca.

No obstante, sobrevive cierta conexión mágica con la actividad que ocupó tantos años de nuestra vida. Y, de diversas maneras, uno busca exteriorizar esa conexión: dedicándose a la instrucción; construyendo cañas de bambú, que a lo mejor utiliza solamente para practicar el lanzamiento o simplemente la saca del estuche de vez en cuando para admirarla; se dedica al estudio de la historia de la pesca con mosca; o a atar moscas tradicionales, históricas. Y en este caso qué duda cabe, el epítome, la síntesis de la perfección, son las moscas clásicas del Salmón del Atlántico.
Veamos ahora por qué nuestros antepasados se complicaron tanto la existencia atando estas moscas con la finalidad de pescar.

Hay buenas razones para pensar que las moscas clásicas del salmón del Atlántico derivan de las primordiales wets, las que originaron la práctica de este deporte. Pero cómo a partir de ellas evolucionaron hasta alcanzar semejante esplendor es verdaderamente sorprendente.
Ya en el “Treatyse of Fisshynge with an Angle”, editado en Inglaterra en 1496, cuya supuesta autora es Dame Juliana Berners y que más bien parece un trabajo de recopilación de manuscritos anteriores, se cita que las moscas descritas, doce en total, a veces eran tomadas por salmones. Joseph D. Bates Jr., en su magnífico “The Art of The Atlantic Salmon Fly”, cuenta que cuando esto ocurría el pescador arrojaba la caña al río (que al ser de madera flotaba) con la intención de recuperarla luego junto al pescado cansado por arrastrar el equipo. Es que, en apariencia, no tenían posibilidad alguna de hacer otra cosa ya que las cañas resultaban demasiado frágiles y se rompían. Esta limitación en los equipos para combatir con éxito frente a los salmones retrasó el desarrollo de su pesca deportiva, y también, lógicamente, el de las moscas.

Recién a mediados del siglo XVIII empiezan a aparecer algunos modelos de moscas especiales para el salmón, las que solían ser llamadas dragonflies quizás en la creencia de que imitaban odonatos. Se dice que estaban formadas por un cuerpo grande y dos o tres pares de alas superpuestas. Pero estas moscas, y las que les sucedieron en Inglaterra durante mucho tiempo, carecían de la riqueza de colorido y belleza de formas que caracterizan a las moscas clásicas de salmón, ya que eran de tonos apagados, pardos o verdosos. El aporte de color provino de Irlanda. Posiblemente los pescadores y atadores locales comprendieron antes que los exponente ingleses y escoceses que el salmón practicamente no se alimentaba en aguas dukes, por lo cual las moscas debían ser más coloridas, atractivas y visibles. A principios de 1.800, Patrick McKay, disponiendo de materiales de vivos colores que se empleaban para adornos de sombreros, desarrollo la serie de las Parsons con alas de tippets de faisan dorado, back to back, con varias crestas de la misma aye por encima; claramente lo que hoy clasificaríamos como Whole Feather Wings. A estas moscas, definitivamente muy elaboradas, ya que tenían ribbings, tags, hackles, cheeks y otras estructuras, se las llamaba también butterflies por su semejanza con estos insectos. McKay no era el único fly dresser de Irlanda, (observese que, en aquella epoca, las moscas de salmón no se “ataban”, sino que se “vestían”). William Blacker, trabajando también en las butterflies, creo dos moscas muy famosas para entonces, la Ballyshannon y la Spirit Fly. Sin embargo, la contribución más importante de Blacker a este desarrollo posiblemente haya sido su traslado a Londres en 1840, donde instaló un local de venta de moscas y equipos, la cuya extraordinaria consecuencia fue introducir en Inglaterra la riqueza del color en las moscas que daría su máximo es un exponente de 15 años más tarde con la creación de la más clásica de las moscas clásicas del salmón del Atlántico: la Jack Scott. Pero antes de ocuparnos de esta quedémonos un tiempo más en Irlanda.
En Ballyshannon, hacia 1850, vivía la familia Rogan, de la cual James y especialmente su hijo, Michael, eran notables atadores de moscas. Poco a poco fueron modificando las Parsons hasta sustituir totalmente los tippets de faisan dorado por una sucesión de crestas que formaban una cascada de fibras doradas, creando así las primeras Topping Wing Flies. Estas son las moscas que se usaban especialmente en el río Shannon, y que con el tiempo dieron origen a la Shannon School of Fly Dressing, perfeccionada a partir de 1870 por John. P. Traherne, caracterizada, entre otros aspectos, por la profusión de veilings (”velos”) dispuestos arriba y abajo de los cuerpos formando una serie de “V” de tamaño creciente, y por el uso de plumas muy coloridas pero siempre naturales.
Michael Rogan, además, fue el progenitor de las Mixed Wing Flies, en las que segmentos de plumas o sus fibras se mezclaban para formar band as de color. No se sabe exactamente, pero se cree que en algunos casos, en las moscas de Rogan, algunas fibras eran “casadas” (unidas gracias a su adherencia natural); de ser así, este extraordinario fly dresser habria sido también el creador de las Built Wing Flies, consideradas las más clásicas moscas del salmón. Por la misma epoca, en Escocia, en la zona de los rios Dee y Spey, fueron desarrolladas por creadores locales las Dee Strip Wing Flies y las Spey Flies.

Las primeras se caracterizan por sus alas bajas y abiertas, confeccionadas con plumas de cisne, ganso o pavo, mientras que en las segundas son de bronce mallard. Pero el hallmark -permítasenos el término- de estas moscas son sus largos hackles, que sobrepasan holgadamente el extremo posterior del anzuelo y que se confeccionaban con plumas de un gallo muy particular llamado Spey Cock; al extinguirse este, fueron reemplazadas con plumas de distintas especies de garzas.

Un representante del Nuevo Mundo,
mera creación utilitaria que contribuyó a la declinación
de la magnificencia de las moscas clásicas.

Se puede advertir fácilmente que los principales estilos de moscas, así como la riqueza de colorido, se han originado fuera de Inglaterra. No obstante, es en este país donde a partir de 1850 se desarrolla una increíble variedad de patterns, especialmente del tipo Built Wing, y toma impulso una inquietud creciente por la prolijidad y complejidad de las moscas. A continuación analizaremos las probables causas de esta evolución, y luego, las de su inexorable declinar.

En ese año, Jock Scott, un “ghillie” (algo así como un guía de pesca de la época) al servicio de lord John Scott, creó a pedido de éste la mosca que lleva su nombre empleando, para la mitad posterior del cuerpo, un mechón de pelos rojos de lady Scott. Naturalmente, este material luego se sustituyó con floss naranja oscuro, pero parece que este color no funcionó adecuadamente por lo cual se cambia por amarillo dorado. Se cree que la creación de esta mosca, extraordinariamente hermosa y complicada, además de muy efectiva, desato el con curso de atado de moscas más fascinante de la historia: tratando de superar a los demás, por razones de amor propio y también económicas, ya que mejores moscas significaban más y mejores clientes, los atadores (ghillies, guardapescas y otros artesanos) comenzaron a desarrollar moscas de extremada complejidad en su construcción. La cuestión era demostrar quien era capaz de montar sobre un anzuelo más materiales, y cuanto más exóticos mejor. Sin duda, sus creadores sabían que no era necesario tal preciosismo para lograr moscas eficaces, que pescaran, pero se sentían orgullosos de ellas, y lo mismo ocurría con sus clientes. Por esta razón continuaron en esa línea de trabajo.

Mientras tanto, los pescadores radicados en los Estados Unidos de América, casi sin materiales y con escasos conocimientos de las técnicas especiales de atado, crearon las primeras moscas norteamericanas para el salmón del Atlántico usando lo que tenían a mano: fundamentalmente pelos de animales que cazaban por sus pieles, como zorros, tejones, osos, etcétera, y también de los animales domésticos. Nacieron de esta manera las Hair Wing Flies. Estas moscas, con alas de pelos, inmediatamente demostraron su eficacia; a tal punto que comenzaron a emplearse en el Viejo Mundo. Los atadores norteamericanos reprodujeron algunos patterns clásicos, con la misma distribución de color aunque con pelos en vez de plumas; y además crearon sus propios modelos. Un aspecto importante a destacar, de estas moscas, es la simplificación de estructuras respecto a los estilos tradicionales. En la Inglaterra Victoriana, como así también en Irlanda y Escocia, los materiales se conseguían fácilmente, tanto en sombrererías como en lo que hoy llamaríamos Fly Shops (o, más adecuadamente, Tackle Shops, ya que vendían equipos para otras modalidades de pesca) ubicados en las principales ciudades. Estos materiales provenían de aves domésticas como los faisanes (Lady Amherst, Dorado y Argus), pavos real y comlin, gallos, etcétera. Pero lo más importante eran los materiales exóticos, de vivos colores, extraños barrados e increíbles iridiscencias. La fuente de estas plumas eran las colonias que el Imperio tenía entonces en Africa y el sudeste de Asia, además de las incursiones piratas sobre distintas flotas que expoliaban materias primas del norte de Sudamérica; de estos sitios llegaban el jungle cock (gallo de la selva), el indian crow (cuervo frutero rojo), blue chatterer (un pájaro azul iridiscente de las selvas sudamericanas, que nada tiene que ver con los loros), el cock of the rocks (gallito de las selvas de las laderas orientales de los Andes peruanas y ecuatorianos), papagayos y cacatúas de distintas especies, tucanes, quetzal, patos silvestres, las avutardas euroafricanas conocidas como florican bustard y speckled bustard, águilas, garzas, cisnes, urracas azules, etcétera. Pero la perdida del habitat por colonización humana, más la caza indiscriminada, redujeron sensiblemente las poblaciones de algunas especies silvestres. Tengamos presente que estos animales se cazaban sobre todo para emplear sus plumas en adornos de sombreros, tocados, vestidos y colecciones de historia natural. Esto llevó a que algunas especies fueran a la epoca actual, en que las moscas clásicas, de plumas, casi ya no se usan para pescar, aunque en los últimos treinta años han renacido como objetos de colección. En nuestro próximo encuentro, describiremos detalladamente la morfología y proporciones de los principales estilos de moscas clásicas del salmón del Atlántico.
Hasta entonces.

Bibliografía:

Atlantic Salmon Flies and Fishing, Joseph D. Bates, Jr. 1970.
Building Classic Salmon Flies, Ron Alcott, 1995. Classic
Salmon Flies, History & Patterns, Mikael Frodin, 1991.
Classic Salmon Fly Dressing, Ken Sawada, 1993. How To
Tie Salmon Flies, E. Pryce-Tannatt, 1914.
How To Tie Salmon Flies.H. Hale, 1919.
Rare and Unusual Fly Tying Materials: a Natural History
(Volume I-Birds), Paul M. Schookler and Ingrid V Sils, 1994.
Salmon Flies: their Character, Style and Dressing, Paul
Jorgensen, 1978.
The Art of the Atlantic Salmon Flies, Joseph D. Bates, Jr., 1987.
The Art of Classic Salmon Fly, Ken Sawada, 1990. The Atlantic
Salmon Fly; the Tyers and their Art, Judith Duncan, 1991.
The Salmon Flies of Major Popkin Traherne, Paul M. Schmookler, 1993.
The Salmon Fly, George M. Kelson, 1985ds.

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