Gallegos

UN AMBITO DE PESCA QUE NO ES CUENTO

por RAUL DE ROSSI

La pesca con mosca en Río Gallegos y sus alrededores resulta excelente. Nada tiene que envidiarle esta zona al célebre Río Grande fueguino. Es más: según coinciden los conocedores, el molesto viento sopla más fuerte en Tierra del Fuego.
Hace muchos años atrás, la pesca con mosca era practicada localmente por unos pocos: Mr. George Saunders, Roy L. Watson, D. H. Miller y el recordado Dr. Eduardo Puig, en mi opinión el pionero de la mosca en la región, quienes eran observados con mucha atención por los jóvenes pescadores de ese momento.

Hoy, si bien somos muy pocos los mosqueros, podemos apreciar que estamos en condiciones de pescar en cualquier lugar y con el mejor equipo, aparte de fabricar nuestras propias moscas. Tales avances, junto a la bondad de las “aguas” zonales, hacen de Río Gallegos uD centro pesquero de enorme potencialidad, que conviene conocer detalladamente, río por río.

Todos los ríos, el río

Los mejores ríos de la localidad son el Penitente y el Rubens, cursos que al unirse en Puente Blanco forman el río Gallegos, sin dudas uno de los mejores torrentes trucheros de la Argentina. Detengámonos en cada uno de ellos, pasando revista a sus características principales.
El río Penitente es el paraíso de la mosca seca. Aunque sin árboles, se parece muchísimo al Malleo, con sus pequeños y grandes pozos, su ancho de 10 a 15 metros y su profundidad media dedos. Todo el ambiente está poblado por truchas marrones, cuyos tamaños oscilan entre los 800 y los 2.500 gramos. En ciertas oportunidades, una plateada (Sea Brown Trout) penetra equivocadamente al Penitente, cuando debería haberlo hecho en el Rubens, con nuestra imaginable sorpresa.

Por lo general, uso allí equipo 4 y 5 (una 7/11 y una Far & Fine) y moscas por todos conocidas: Black Gnat, Royal Wulff y Adams, entre las moscas secas; Zug Bug, Green Drake, Gold Rib Hare’s Ear, entre las ninfas. Los tamaños de anzuelos van del 12 al 18. Al comienzo de la temporada, cabe apuntar , prevalecen las moscas oscuras, aclarando a medida que transcurre el verano. Con equipos como los perftlados puede uno divertirse en grande. De hecho, un día completo de pesca en esta hermosa corriente permite lograr 40 truchas y más.
El Penitente corre a unos 175 kilómetros de la localidad de Río Gallegos. Proveniente de Chile, entra a nuestro país por la zona de Gaypon (puesto fronterizo de la Gendarmería Nacional), continuando por unos 20 kilómetros hasta llegar a la zona de Puente Blanco, donde se junta con el río Rubens para dar vida al río Gallegos. Pescar en sus aguas demanda trasladarse hasta Puente Blanco. Quien desee “entrarle” antes, puede hacerlo a unos 10 kilómetros de allí, por el acceso a la estancia Rincón de los Morros, previa solicitud de permiso al señor Santiago De Dann, administrador de esta prestigiosa explotación rural de la región. No está permitido cruzar el puente colgante por encontrarse la cabaña de cría del establecimiento sobre la otra orilla.

Pero existen numerosos y bellos lugares tanto para acampar como para la pesca. Ahora bien, no hay que olvidarse de cerrar todas las tranqueras y apagar bien el fuego.

Acerquémonos ahora al Rubens. Este río también viene de tierra chilena. Resulta muy similar al Penitente por la transparencia de sus aguas; pero tiene muchos árboles en sus orillas y es más profundo. Por allí suben a desovar las famosas plateadas -Sea Brown Trout, como ya apuntáramos-, que no son otra cosa que las marrones que al alcanzar los 2,500 y 3 kilos bajan al mar para luego regresar más grandes y mejor alimentadas por el plancton marino. El agua salada y la falta de sol les otorgan sus célebres escamas plateadas.

Los troncos que el río trae flotando desde los aserraderos trasandinos, al erigir una especie de empalizada alIado de la frontera, impiden que las truchas desoven en Chile, obligándolas a permanecer en nuestro territorio. Tal circunstancia -opuesta a la del río Grande, donde las truchas no hallan obstáculo para llegar hasta el chileno lago Blanco-, permite lograr destacables ejemplares, que superan los 9 kilos. A veces, también se cobra una marrón de tamaño considerable, como la de 7,500 kilos que tuve la suerte de pescar en la temporada del ‘87.
Por lo demás, el lugar posee gran seducción gracias a sus cuantiosas lengas, que pese a exhibir escasa altura ofrecen adecuado reparo a los acampantes.

Llegamos por fin al río Gallegos, el mejor sin dudas. Nace de la unión del Penitente y el Rubens, cubriendo una distancia aproximada de 250 kilómetros hasta situarse frente a la ciudad de Río Gallegos. Presenta una gran similitud con el río Grande en todo sentido; carente de arboledas -hasta se diría de toda vegetación-, con sus guanacos y ñandúes, y el constante -andar del viento -que no es tan frío como en Tierra el Fuego, recordemos-, semeja una réplica. Tal vez la Única diferencia estriba en la compañía del tren carbonífero que va y viene entre Gallegos y Río Turbio, asustándonos a veces con su tan especial silbato.

La pesca es magnífica. Los mejores lugares comienzan a sólo 30 kilómetros de Río Gallegos y terminan al arribar a Puente Blanco.
La trucha marrón comienza su viaje, río arriba, a mediados de octubre, de modo que cuando sobreviene la apertura de la temporada de pesca, el1 ° de noviembre, comenzamos a seguirla en un periplo que nos lleva todo el verano y finaliza cuando llega al Rubens.

La temporada pasada fue por demás buena- Se obtuvieron truchas de un peso máximo de 8,100 kilos con mosca y lo que más nos llamó la atención fue que, a fines de marzo ya 30 kilómetros de la ciudad, seguíamos pescando truchas recién entradas, que prácticamente no tenían huevos. La observación nos indica que existen dos épocas para desovar.

Una presencia inédita

Amén de buenas capturas, la última temporada trajo una importante novedad: una especie distinta a las conocidas está remontando el río para desovar y estamos convencidos de que es una steelhead.
A mediados de febrero y como todos los días, fuimos con mi viejo amigo “talo” Barcia hacia un sitio muy bueno, situado a sólo 40 kilómetros de Río Gallegos, en el pozo “Don Eduardo”. Al rato de pescar allí logré una hermosa trucha de 6,500. Pero lo extraño Sucedió media hora más tarde. Unos 100 metros me separaban del pozo elegido por “talo”, aguas arriba, cuando llamó mi atención exclamando: “¡Este sí que es grandel”. Como mi amigo no resulta precisamente un charleta, acudí pronto a su llamado. Tras unos 20 minutos de pelea, sacó una trucha totalmente plateada y de una forma por demás cautivante: cabeza más bien chica, cuerpo enorme y estilizado. A primera vista parecía una arco iris, aunque sin sus vivos colores. Lo que más causaba asombro es que, pese a la titánica lucha que presentó, sólo pesaba 5 kilos. Lamentablemente por estos lares no contamos con gente especializada en recursos renovables acuáticos -ocupando esas funciones los acomodados del gobierno de turno-, así que debimos guiarnos con la sola ayuda de nuestra experiencia y las fotografías de la revista “Fly Fisherman”. Arribamos a la conclusión que, más que un arco iris, se trataba de una steelhead.

Más allá de enigmáticas presencias, lo cierto es que la zona depara emociones a granel. En otra de las tantas salidas de pesca que encaramos, nos fuimos con “Lalo” y nuestro comun amigo Marcos Czerwinski al río Rubens. Llegamos un .viernes por la tarde y sin más, acampamos. A la mañana siguiente, muy temprano, buscamos nuestros sitios conocidos.

En el Puente Roto, Marcos debutó con una estupenda trucha de 4,500. Al rato, aporté mis logros: dos ejemplares de 3 y 4 kilos. “Lalo”, a su vez, no tuvo fortuna en su pozo, luego de una larga caminata; todo chico. El resto de la jornada concedió mucha pesca pero tamaños poco significativos, de modo que regresamos a descansar sin gran cosa que comentar. Al despertar, levantamos campamento y nos dirigimos al río Gallegos.

Para mayores precisiones, al “pozo del Zurdo”. Allí “Lalo” rompió todos los esquemas, pescando de 7,500, 6,200 y 4,800. Marcos y yo pescamos; pero todas acusaron entre 3 y 3,500 kilos. De todos modos, fue un lindo fin de semana, del que sólo nos despegó recordar que Marcos tenía avión ese día a Bahía Blanca.
Ahora, lejos de aquellos días, ato moscas y sueño con esa trucha que de seguro jamás podré lograr. Espero que si alguien la captura también sepa devolverla a su elemento, para que siga animando la temporada que viene… y las siguientes.

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