Experiencias en un Spring Creek

Por Nicolás Schwint

La primera vez que escuché acerca de este lugar fue en el trabajo cuando Ralph, el encargado de los caballos, me dijo: “Who tol’ya’ i’ ain’ no browns roun’ here? I’ll take ya’ fishin’ an’ you’ll see; two feet long and nasty, boy. You watch the snakes, they woun’ rattle. As thick as my arm boy, as thick as my arm”. Traducido: “Quién te dijo que no hay truchas marrones cerca de acá? Te voy a llevar a pescar y vas a ver; miden dos pies de largo y son malas, pibe. Tené cuidado con las víboras, no hacen ruido (típico mito local respecto de las víboras de cascabel). Son gruesas como mi brazo pibe, gruesas como mi brazo”. Lo mire escéptico ya que me había contado acerca de cacerías de ciervos elk con arco y flecha y demás cosas bien cojonudas. Un día me mostró una foto de un ciervo con unas defensas tremendas, ahí empecé a creer en la existencia del arroyo. Nunca fuimos juntos porque no practico más el palo y a la bolsa, quedamos a mano compartiendo unas cervezas. Traté de averiguar en el trabajo pero nadie sabía nada. Pasó más de un año hasta que Andy me preguntó qué iba a hacer esa tarde y si tenía botas o polainas para víboras. Conteste que tenía botas y planeaba pescar un ratito en el arroyo que pasa por el medio del pueblo. Respondió que me iba a llevar pescar truchas marrones bien cerca, en ese momento cerró todo. Este relato es una sumatoria de momentos vividos en este oasis en el medio del desierto de Washington, un lugar donde uno se siente en una película del lejano oeste.

El bautismo: En medio de un silencio absoluto lanzo mi streamer hacia la costa de enfrente, ligeramente aguas arriba. Dos canales alimentan el pozo, el de la orilla opuesta corre con mayor velocidad, sumado a esto una pared de algas lo convierte en un escondite ideal, presiento que hay una marrón buena escondida. El streamer cae apenas pasado a propósito; no quiero que aparezca del cielo, hago un mend aguas abajo y dejo que peine la pared de algas. Después que recorre un par de metros lo saco a toda velocidad, rayando la superficie del agua con mucha ilusión. En medio del pool toma en superficie haciendo un remolino, clavo con la mano izquierda sin levantar la caña, enseguida se fondea y cabecea tozudamente. Un par de corridas y varios intentos de enredar el leader en cuanto obstáculo hasta que la veo asomar. Un premio ya que hasta ahora salí “skunked”, orinado por un zorrino como dicen acá. Cuando sale el sol estoy de vuelta en el trabajo con una sonrisa imposible de borrar.

La mañanita: Distinto pozo, día nublado, el agua es oscura de tan hondo. Pesco desde una barranquita con pasto alto que me permite esconderme y barrer todos los rincones con relativa comodidad, mi canastita plegable ayuda a no enredar la línea en el pajonal. La corriente principal entra de mi lado y corre hacia el medio del pozo, tiro y dejo hundir una imitación de sanguijuela. Siento que toca fondo y la muevo con la punta de la caña para que el marabou cobre vida. Pique bien decidido, sujeto la línea apenas un instante para clavar el anzuelo y enseguida aflojo dejando que el torpedo siga su rumbo a toda velocidad. Explota en superficie una, dos, tres veces, recorre todo el pozo haciendo un despliegue de energía y velocidad propios de una arco iris en perfecto estado. A mi amigo se le cae la cámara al agua pero me dice que no me preocupe porque es impermeable, vuelvo a respirar aliviado. Luego de asegurar mi captura con la red bucea con los waders puestos, encuentra su cámara y saca un par de fotos. Esta mañana Andy (gringo loco si los hay) pasa frío en forma, sin embargo se la banca y sigue pescando con una sonrisa de oreja a oreja. En todos los huecos pica algo, todas arco iris en perfecto estado. Sobra comida; crayfish, dragonflies, hoppers, scuds, pero especialmente todo tipo de cardúmenes de pescaditos patrullan nerviosos. Cuando las grandes están activas no les dan tregua, se los ve volar por el aire e inclusive quedar en seco en la costa. En el último hueco clavo un zapato terrible con una gray ghost al primer tiro, después de una batalla épica con equipo tres el anzuelo se suelta. Todas las que siguen me parecen chicas, y eso que algunas pasan el kilo cómodas.

Grasshoppers: Todavía es verano, el sol ya empieza a picar y las truchas están intratables, se ven olas que disparan a veinte metros nuestro sin darnos oportunidad de hacer siquiera un tirito. Después de dos horas frustrantes nos sentamos a descansar y mirar un pozo bajo con costas bien empastadas, para matar la ansiedad empiezo a roer cansinamente un sándwich de jamón y queso. Un “blooof” en el agua me rescata de limpiarme los restos de mayonesa en la ropa. Andy dice que la vio clarito y me señala el lugar, agrega: “grasshoppers Nicou”. Quiero que el asuma la presión de sacar la primera pero no hay caso, es mi turno. Acción y reacción, el hopper cae al agua y enseguida un pescado obeso se arrebata. Esta mañana pasa a ser una locura, la acción en superficie es tremenda. Aprovecho para probar todas las dinastías de engendros en base a goma eva que hay en mis cajas, hasta las más primitivas. Andy no para de gritar tipo rodeo con cada pique, el tipo siente la pesca. Sólo notamos una diferencia de pique si las moscas tienen un toque de amarillo, no es casualidad ya que todos los grasshoppers dando vueltas son del mismo color. Volvemos al auto y Corona con limón de por medio comentamos como puede cambiar todo en pocos minutos, a veces la suerte existe.

Retroceder nunca: Después de ocho horas sin un toque todo parece muerto y decidimos volver a Pullman. Como la caminata es larga frenamos a mitad camino a mirar un pozo largo y bajo patrullado siempre por truchas grandes. Lorraine va a la cabecera y yo me quedo unos 100 metros aguas abajo. Me escondo y espero mirando atento, todo tipo de forrajeros patrullan la costa de mi lado, no he espantado todo a lo bruto como siempre. Minutos después, no muchos porque mi paciencia es limitada, veo un cardumen de unas doce arco iris viniendo hacia mi posición, un par son grandes acá, en Argentina y en cualquier otro lado. Las dejo pasar y espero un poco antes de tirar cruzado hacia enfrente, dejar hundir la mosca tipo crayfish y esperar. Cuando el cardumen vuelve muevo la mosca apenas para levantar barro del fondo. Una medianita enseguida se adelanta al grupo con movimientos nerviosos, un solo tirón basta para que tome bien sólido, hasta puedo ver como mastica el engaño. La peleo bien tranquilo, tratando de no enfurecerla, evitando que explote y alerte al resto. Unos minutos más tarde todo se repite casi calcado, incluso las truchas parecen gemelas. Como ya es tarde y la codicia me invade decido cambiar de mosca para tratar de sacar una de las grandotas.

Una black ghost que cruza impávida provoca un ataque masivo, primero se van de boca dos pescados chicos que vienen en punta. Levanto la línea y vuelvo a cruzar el tiro para evitar clavarlas, en cuanto toca el agua veo que una de las buenas se abre para investigar y acelero la mosca con movimientos desparejos. El pique es contundente, a matar, espero que cierre la boca y clavo. Corre como loca, tengo que seguirla para que no corte ya que un nudo inoportuno se traba en los pasahilos impidiendo la salida de línea. Se liga un beso por lo bien que peleó, sale disparada salpicándome agua como queriendo decirme algo feo, tiene razón.

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