Devolviendo truchas

Mucho ya se ha escrito sobre la forma de devolver al agua, su medio, una trucha recién pescada y con el menor daño posible. La mayoría de los pescadores con mosca 10 saben y muchos hasta 10 practican. Lamentablemente todavía se ve en los lugares de pesca algún que otro pescador vehemente que devuelve tirando la trucha al agua, con la misma despreocupación con la que tira un envoltorio de chocolate por la ventanilla del auto. Por suerte son los menos.

Hay otros que les importa mucho devolver su presa al agua y cumplen con todos los pasos sabidos: poco manoseo de la trucha (sobre todo con las manos secas), una o dos fotos y rápidamente de nuevo al agua; siempre orientada en contra de la corriente y tomada de la cola con una mano y con la otra suavemente debajo de la panza; ayudar con movimientos apropiados a que pase el agua por la boca de la trucha y luego por sus branquias para oxigenarla. Simple y sencillo.

Pero, dentro de este grupo, hay pescadores que no tienen en cuenta algunos puntos importantes, sobre todo dos de ellos: primero, “pelean” la trucha demasiado tiempo, ya sea porque se quieren “divertir” un poco más o porque tienen miedo que “corte” y no se puedan sacar la foto; y, segundo, no la recuperan lo suficientemente bien antes de soltarla porque están apurados para sacar “aquella que saltó allá”.

¿ Quién no ha visto alguna vez una trucha flotando río abajo, con la panza hacia arriba, viva y tratando de enderezarse? ¿Quién no ha visto alguna vez una trucha medio muerta cerca de la orilla, en la parte más baja? Todos, la primera vez que lo vimos, dijimos: “Está enferma” o “Se está por morir después de desovar” o algún otro comentario “inteligente” como para impresionar bien a los que menos saben.

Lo que le sucede a esa trucha es que fue mal pescada y peor devuelta. Así de sencillo.
Aquí, en el río Grande de Tierra del Fuego, he visto en todos estos años miles de truchas pescadas y devueltas a lo largo de los últimos diez años. Truchas grandes y truchas chicas. Digamos las que están por encima de los tres kilos y las que están por debajo de ese peso.

Las truchas chicas no tienen problemas, son como los adolescentes, incansables, plenos de vida y energía. Tanto es así que nos cuesta quitarle el anzuelo de la boca a estas truchas porque no se quedan quietas ni un momento. Saltan hasta estando fuera del agua, en la grava de la playa, clavándonos el anzuelo en los dedos sin damos tiempo a quitárselo, ni aún con el fórceps.
El problema se presenta con las grandes, sobre todo con las de más de cinco kilos. Si bien también son vigorosas y plenas de vida (aún más recién entradas al río), pelean en una forma diferente a las más chicas. Saltan varias veces fuera del agua aunque no tanto como las otras, pero, generalmente, desarrollan su pelea en una forma más inteligente utilizando su tamaño y peso para aprovecharse de la correntada y clavarse en ella o para hacer largas corridas, tanto aguas arriba como aguas abajo.

y aquí está la diferencia con las chicas. Estas, al no sacar tanta línea son más fáciles de recuperar con lo cual se cansan menos. Las grandes, en cambio, son más difíciles de arrimar ya que tenemos que pelear contra una trucha importante que se defiende como puede, contra la misma correntada y, si tuvimos mala suerte y nos llevó “hasta el backing”, también tenemos que vencer la corriente que arrastra toda la línea que está afuera de la caña. Si a esto le sumamos un precario conocimiento o desconfianza que tenemos, generalmente, en nuestro equipo al pensar que se nos cortará el tippet o que la caña estallará en cualquier momento, obviamente, prolongaremos la lucha demasiado tiempo e innecesariamente.
Las truchas grandes hay que arrimarlas lo antes posible para poder soltarlas sin ningún daño inmediatamente después de la consabida foto. Para lo cual, siempre hay que usar tippets muy resistentes al corte. Un parámetro puede ser muy útil, el del peso promedio más un 50% de las truchas que supuestamente vamos a pescar en determinada área. O sea que, si el promedio de peso de las truchas es de cinco kilos, podemos usar un tippet de siete kilos y medio de resistencia al corte. La elasticidad del tippet, del líder, de la misma línea y de la caña, harán que sea muy difícil que la trucha nos corte.

Otro error muy común es tener el freno del reel muy flojo o tener un reel sin freno. La trucha no es un perro que llevamos a pasear con una correa larga; tiene que sentir que el pescador está controlando la situación, para lo cual hay que ponerle presión desde el mismo instante en que sentimos la clavada y la trucha hizo su primer corrida. Si la trucha saca hasta el backing por lo general, el error es nuestro. Es más, habría que evitar a toda costa que el backing llegue a los pasahilos porque con dos corridas de ésas las melladuras producidas por el trenzado del backing nos inutilizarán la caña hasta tanto no cambiemos los pasahilos.

El uso de la caña también es importante saber administrarlo. Si bien la caña tiene una apariencia muy frágil, si se la usa correctamente nos sorprenderá lo que aguanta. Lo más importante a tener en cuenta es que el ángulo que se forma entre la línea que sale por la puntera y el eje del mango de la caña no puede ser nunca menor de noventa grados. Cuanto más chico es el ángulo, más posibilidades hay de que la caña explote. Y, otro detalle a tener en cuenta, es el de no ayudarse con la otra mano, la del reel, para tomar la caña por sobre el mango en ningún punto en toda su longitud. En ese punto se produce una bisagra con la consiguiente rotura.
Muchas veces tenemos en cuenta todos estos detalles mencionados cuando llega el momento de devolver la trucha al agua, y habiendo también cumplido con la reanimación adecuada, soltamos la trucha ante el primer esbozo de la misma de estar recuperada indicándonos con un fuerte golpe o indicándonos con un fuerte golpe o movimiento de su cola que ya está lista, pero vemos con sorpresa que, una vez soltada, la pobre se da vuelta con la panza hacia arriba, lo cual obviamente ocurre con la trucha ya fuera de nuestro alcance, imposibilitándonos su recuperación y posterior reanimación.
Para evitar justamente este problema he descubierto un método de devolución de las truchas grandes que, hasta ahora, me ha dado muy buenos y placenteros resultados.
El método es el siguiente: una vez sacadas todas las fotos, filmaciones y besos a la trucha, la tomo y me paro con el agua hasta un poco más arriba de los tobillos enfrentando la corriente. Con los pies separados unos veinte o treinta centímetros, dependiendo del ancho de la trucha, la coloco entre los tobillos mirando corriente arriba y la suelto.

La trucha, que todavía está cansada y muy estresada, al no tener las manos que la sujetan y no ver ningún peligro inminente a su frente, se recuesta (siempre) contra alguno de los tobillos. El flujo del agua entra naturalmente por la boca haciéndola respirar, en cierta manera, en forma forzada, reanimándose sola, paulatinamente y a su propio ritmo. Si bien devolver una trucha al agua nos produce un placer inmenso, verla allí, apoyada en nuestros tobillos, recuperándose tranquilamente, sin darse cuenta que está recostada en quien, hace unos momentos, era su peor enemigo, hace la devolución más placentera aún, ya que se la puede mirar por todos los costados durante todo el tiempo que ella está allí.

La trucha colocada de esa manera entre nuestros tobillos no se asusta ya que no nos ve. Ella está mirando hacia delante y nosotros estamos hacia arriba, a sus espaldas. A los pocos minutos vemos cómo empieza a respirar primero a grandes bocanadas y luego se regulariza, más tranquila. Abre las aletas pectorales apoyándose en el fondo del río y recostándose ocasionalmente contra ese apoyo que tiene a sus lados y que no sabe que es (mis tobillos). Uno o dos minutos más ya nos podemos retirar hacia atrás, suavemente, sin llamar su atención, y veremos que ella se va a quedar por mucho tiempo más en esa agua el poco profunda con la aleta dorsal fuera del agua, donde la dejamos.
Luego, muy lentamente, totalmente recuperada, sin estrés, y por sus propios medios, comienza a mover suavemente su cuerpo y aletas y se pierde en dirección a la parte más profunda del río de donde la sacamos.

Autor:  Marcos Juan Czerwinski

Una respuesta a “Devolviendo truchas”

  1. Graciela dice:

    La trucha es un pez foraneo que depreda la fauna autoctona. Que puede preocupar a la poblacion argentina como se devuelve un pez que azota nuestra fauna, al agua?

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