Como me converti en un pescador de Mosca

POR ARMANDO MAUBRE

Muchos años atrás en mi primer visita al Sur, al área de Bariloche, conseguí alquilar un viejo bote de madera para pescar el lago Fonk. En ese tiempo yo era un aficionado al spinning con equipo ultraliviano.
Era una mañana gris, estaba completamente Solo en el lago y caía una ligera garúa intermitente. La niebla temprana comenzaba a levantarse ya lo lejos contra la orilla, cerca de unos juncales, se notaba alguna actividad. Un día ideal para pescar.
Después de achicar el agua del fondo me subí al bote.
Rogando para mis adentros que ésta no fuera la que se había acumulado en una sola noche o me vería en problemas. Armé la caña con una cucharita de diez gramos, que era lo máximo que admitía, y comencé a remar lago arriba con cierta preocupación porque un tolete zafaba. Es cuando decidí arrastrar la cuchara aprovechando el viaje, ya que mis manos estaban ocupadas. Remé por dos horas bordeando la margen derecha sin resultado alguno. Cansado me detuve, pensando que era hora de cambiar de tipo de señuelo.
Revolviendo en la caja de pesca encontré dos moscas. Una que había comprado y otra enorme que un querido amigo pescador había atado para mí con fibras de nylon de colores sacadas de un escobillón. Tras breve hesitación até la comprada en lugar de la cucharita y con mi mejor lance la deposité a dos metros de la proa del bote. Como no sabía que hacer, aflojé un poco de nylon y esperé para ver qué pasaba.
Al cabo de escasos minutos veo saltar más de un metro fuera del agua, hacia un costado del bote una hermosa trucha Arco Iris. Que me mira de reojo con la misma sorpresa con que yo la miré, al tiempo que escupe algo de su boca. Era mi mosca, las corrientes y el viento la habían arrastrado hacia un costado por debajo del bote sin que yo me diera cuenta. Jamás la hubiera podido clavar.
Resignado, seguí remando por dos horas más, arrastrando señuelos y parando a ratos para lanzar hacia la costa, sin que tuviera un toque como premio a tanto esfuerzo. Era ya pasado el mediodía, el viento y la lluvia comenzaban a arreciar y la altura de las olas me hacen temer por mi seguridad. De manera que decidí cruzar el lago en busca de refugio sobre la otra costa, que parecía más protegida, antes que las condiciones del tiempo empeorasen.
Allí consigo resguardarme bajo la copa de unos árboles que se inclinaban sobre la orilla y ato el bote a una rama de uno caído sobre el lago.
Al amparo de la lluvia y el viento, un buen sandwich y un café caliente lograron reponer parte de mis energías y mi ánimo, un tanto maltrecho por tantos contratiempos. Pero no me iba a dar por vencido tan fácilmente y deseoso de acabar con la mufa ato la otra mosca al final del nylon. Mencioné la palabra mosca, pero debería corregirme, pues se parecia mas a un tucán que a una frágil Ephémera. Lo cierto es que juntando todas mis fuerzas lancé el engendro, el -que después de rebotar contra un árbol cae mansamente al agua, a escasa distancia de donde comenzó su vuelo. Ni bien se posó sobre la superficie, el agua explotó sin que yo pudiera ver la causa de semejante conmoción y quedó bailoteando en el oleaje.
Cuando me repuse del shock lo intenté de nuevo, pero ya no pasó nada. En realidad no tenía importancia ahora, pues sabía lo que era y dónde estaba. Sólo era cuestión de irritarla lo suficiente como para que, se decida a atacar la cuchara que le ofrecía.
Y así fue, al cuarto lance una hermosa Fontinalis de casi tres kilos, que se entregó girando como un tirabuzón, fue a parar a la red y casi inmediatamente otra un poco más pequeña.
Mientras manejaba de vuelta hacia el Hotel, reflexioné sobre lo ocurrido y llegué a la siguiente conclusión: si bien el spinning es un método válido de pesca, la mosca me indicó siempre el lugar donde estaban los peces, y además, que las truchas prefieren aquello que más se parece a un ser natural. Desde entonces jamás volví a empuñar otra cosa que no fuera un equipo de mosca para pescar.

El Ing Maubre es un devoto pescador de mosca Instructor y guía de pesca profesional. Defensor de la fauna. Escritor free lance. Colaborador y miembro de la AAPM y un empecinado difusor de la pesca con mosca. En 1979 logra impulsar la repoblación de truchas en Sierra de la Ventana. Sus experiencias de pesca se extienden no sólo a la Argentina sino también a USA, Canadá, Suecia y Chile.

Una respuesta a “Como me converti en un pescador de Mosca”

  1. Wenceslao dice:

    Que buen relato! Ahora se lo mando a un amigo q está por empezar a pescar con mosca

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