10 aliados de la pesca con mosca

Por Armando Maubré

Existen ciertos elementos que nos rodean en toda jornada de pesca y que, sin notarlo a veces, son los que hacen más fácil el uso de la mosca para capturar un pez. A los que se me ha ocurrido llamar: nuestros “aliados” en la pesca de la trucha.

He listado a continuación una decena de estos “aliados” cuya presencia debe ser reconocida y aprovechada pero jamás ignorada por el pescador, ya que todos ellos tienen una directa influencia sobre el pez y su comportamiento, por ende en el resultado final del día de pesca.

El agua
Las aves
La junta
La fricción
Las plantas
El viento
Los invertebrados
Las piedras
La velocidad
Las nubes

EL AGUA

¡Cómo podíamos dejar de nombrarla! siendo que es el hábitat de nuestra codiciada presa, pero solo si reúne ciertas condiciones.

Es importante tener en cuenta -siempre con el objetivo de mejorar, y dis-frutar más de la pesca- alguna de sus características químicas y físicas. De entre las propiedades químicas, que hacen del agua un sitio confortable para las truchas, haremos hincapié en dos, el contenido de oxigeno y de sales en disolución.

El primero es importante porque interviene activamente en el metabolismo de los peces y en todo proceso de combustión (oxidación con desprendimiento de calor).

El pez capta el oxígeno del agua por las agallas y la cantidad absorbida está directamente ligada a su apetito. El agua debe contener, entonces, una cierta cantidad de oxígeno disuelto para hacer feliz y mantener activo al pez. Existen ciertos umbrales que no se pueden cruzar a riesgo de que esta criatura deje de comer o muera: el agua debe contener entre cuatro y doce partes por millón de oxígeno disuelto.

¿Cómo se relaciona ésto con nosotros los pescadores? Es una buena pregunta, ya que no podemos medirlo con los equipos que normalmente acarreamos, pero, lo que si podemos hacer es …

Pescar en aguas turbulentas o burbujeantes que tengan buen intercambio de oxígeno con el aire, especialmente en la temporada calurosa, debido a que su capacidad de absorber gases del aire está en un mínimo.

He ahí nuestro “aliado” que nos permite hacer uso de su conocimiento para mejorar nuestra rendimiento.

La cantidad de sales disueltas en el agua, la segunda de las cualidades a tener en cuenta, son las que la convierten en dura o blanda. Todos conocemos esos términos especialmente relacionados con el jabón y la espuma, ahora que si esas sales son particularmente carbonatos de calcio y/o de magnesio tienen la virtud de convertir a un río en fértil o estéril según los contengan o no. ¿En qué nos afecta esto otro?

Nuestro “aliado” los carbonatos hacen que en ese río o en ese tramo haya truchas más gordas y en mayor cantidad, ya que su presencia favorece -junto con la luz solar- el desarrollo de algas y plantas.

Las rocas calcáreas (calcita, caliza y dolomita) que contienen esos carbo-natos son fáciles de reconocer, ya que son parcial o totalmente blanquecinas y porosas, y si están ubicadas en o cerca del río, el agua y las lluvias lavarán las sales haciendo de aquél un mejor lugar para pescar.

Un frasquito con vinagre blanco podría ayudarnos a localizar a nuestro “a-liado”, ya que unas gotas derramadas sobre la roca sospechada, si burbujean en su contacto… ¡ Eureka !

De las características físicas del agua, hemos elegido como más representativa a la temperatura y nuestro “aliado” es fácil de reconocer, el termómetro.

La vida y el comportamiento de las truchas gira alrededor de la temperatura de su medio, ya que son animales de sangre fría. Si son muy bajas las aletargan y reducen su apetito y las muy altas lo liquidan, tanto a él como a ellas.

Este fenómeno es el resultado de que el agua pierde capacidad de disolver el oxígeno del aire a medida que crece su temperatura, y acabamos de ver que hay límites que no se pueden sobrepasar.

Pescar donde y cuando las aguas estén más frescas es lo que nos aconseja este nuevo “aliado”.

La temperatura ideal de la superficie del agua, para las especies conocidas en nuestro país oscila entre los 12 y 14 ºC para las truchas de arroyo y los 15 y 18 ºC para la marrón y arco iris.

LOS INVERTEBRADOS

Es evidente que además de los peces, en el agua vive su comida: los in-vertebrados acuáticos. Los científicos los han llamado BENTOS y la mayor variedad la componen los insectos aunque, encontraremos lombrices, caracoles, cangrejos, camarones y babosas, entre otros, formando parte de la biomasa de la que se alimenta el pez.

Los propios bentos se nutren de muchas formas ya que los hay ficófagos, fitófagos, coprófagos e “insectófagos”; pero todos los bentos están ahí no por que se cayeron al agua sino porque cumplen con una misión dentro de la naturaleza: mantener limpio de material orgánico el cuerpo de agua que habitan.

Son importantes para nosotros porque su cantidad por metro cuadrado de lecho, hará de ese lugar uno muy concurrido para pescar o uno de aquellos que todos pasamos por alto.

Como para tener una idea de ese número diremos que tanto para el río Malleo como para el Chimehuín su promedio anda en alrededor de mil doscientos macrozoobentos por metro cuadrado, pero varia mucho con la época del año y el lugar elegido desde unos 750 a los 2500, aunque, los ríos verdaderamente fértiles del mundo duplican o triplican ésta cifra.

De manera que la mejor herramienta para recoger e identificar a nuestro nuevo “aliado” es una pequeña red y de ese modo usar la imitación correcta para pescar.

Una cosa es cierta y concreta sin embargo, de no ser por ellos no existi-rían las moscas artificiales ni el deporte que nos apasiona.

LA VELOCIDAD

La velocidad con que el agua se desplaza por un río o arroyo, frente al sitio que decidimos pescar, debería ayudarnos a decidir entre el uso de una mosca seca o una mojada.

Recordemos que un pez no puede gastar más energía (en nadar contra la corriente para obtener un bocado) que lo que le brinda lo que atrapa o moriría por inanición. El lo tiene siempre presente, y en aguas que se mueven a más de 1,2 metros por segundo no va a subir a tomar una mosca por más grande y jugosa que sea.

Nuestro “aliado” está tratando de advertirnos que si “la velocidad” superficial del agua es mayor que la nuestra al caminar por la orilla a paso normal, no usemos una mosca seca; una ninfa o un streamer son los apropiados ya que fondo es siempre un lugar más reparado para el pez.

LA FRICCIÓN

Toda vez que dos objetos, que están o entran en contacto, se muevan a dis-tinta velocidad hay fricción, y su efecto es el de oponerse al movimiento, a frenarlo.

Veamos, si arrastro una silla contra el piso, tengo dos cuerpos en contacto que se mueven a distinta velocidad, uno quieto y otro que es arrastrado, hay por ende fricción y no podré mover a la silla tan fácilmente como si el piso no existiera.

Los cuerpos que rozan o friccionan entre sí pueden ser de igual o distinta naturaleza, para ponerlo en términos que nos son familiares: agua contra agua, o agua contra roca, tierra, plantas o cualquier cosa que se interponga en su camino, incluyendo al pescador y si no fíjense en las trazas o marcas que deja el agua al rozar en nuestras piernas y que se continúan, un tanto, río abajo; éstas marcas en el agua definitivamente no existían antes de estar ahí parados. También se produce fricción cuando el aire (viento) roza contra la superficie del agua.

Todo lo que acabamos de mencionar no es más que un fenómeno natural y en su entorno se produce siempre una disminución de la velocidad del fluido en movimiento, es decir pierde velocidad el agua o el viento o ambos.

He ahí a nuestro “aliado”, porque si la fricción produce una reducción en la rapidez con que se mueve el agua en el río… busquemos esos lugares puesto que allí habrá peces.

LAS PIEDRAS

Las piedras son los principales componentes del cauce de un río de montaña, y estamos acostumbrados a verlas como una “molestia” causante de resbalones, torceduras de pié y por sobretodo de la torpeza y el esfuerzo que requiere despla-zarmos en los lugares que las hay, ya sea dentro o fuera del río.

A pesar de ello, las piedras del fondo exhiben tres valiosas virtudes que finalmente las convierte en un “aliado” del pescador puesto que son: a) un refugio, b) generadoras de la “capa límite” y c) indicadores de la velocidad del agua.

a) Un Refugio

Las piedras del fondo de ríos y lagos brindan a los invertebrados y a los peces un lugar donde cobijarse de sus predadores o de fuertes corrientes.

b) Generadoras de la Capa Límite

La fricción del agua contra las piedras del fondo y bordes. produce una disminución de la velocidad en sus adyacencias. Del tamaño de las piedras dependerá el espesor de esa capa de agua más lenta, a la que los científicos denominaron “capa límite”. Cuanto más grandes son las piedras mayor es el espesor de la capa y viceversa.

Nuestro “aliado” nos está indicando que no importa cuan grande sea la velocidad del agua en la superficie, el fondo es siempre un lugar más agradable de habitar para los invertebrados y los peces, a menos que el río se mueva muy lentamente.

c) Indicadoras de la Velocidad de la Corriente

Las piedras que tapizan el fondo de un río de montaña, están ahí porque la corriente no pudo llevarlas más lejos, lo que quiero decir es que no tuvo fuerza necesaria para empujarlas un poco más allá.

Cuando intentamos vadear un río es cuando tomamos conciencia real de la potencia de ese fluido en movimiento, pues bien, esa fuerza es la que arrastró las piedras hasta ahí y es directamente proporcional a la rapidez del agua.

A medida que una corriente pierde velocidad deposita en el fondo del río pedruscos cada vez más pequeños. En aguas muy lentas encontraremos canto rodado diminuto o arena, en aguas muy veloces enormes piedras.

En otras palabras nuestro “aliado” está tratando de decirnos que el tamaño de las piedras del fondo es un índice de la rapidez con que se mueve el agua en la superficie y ya sabemos cuán importante es la velocidad para decidir qué mosca usar.

La correspondencia entre el arriba y abajo que presenta cualquier río de montaña, está asociada al aspecto que muestra la superficie líquida.

Si la superficie del agua es lisa y plana delata la presencia de un fondo parejo, casi horizontal, formado por partículas finas; mientras que una quebrada e irregular la de un lecho totalmente desparejo y en declive, compuesto por piedras de mediano a gran tamaño.

La superficie de un río es el espejo del fondo

Al decir de Hermes Trimegisto “Como es arriba es abajo, como es abajo es arriba”.

LA JUNTA

A mi entender, éste es el “aliado” más importante que tenemos cuando esta-mos pescando en un río, desde que nos brinda la primera indicación visual, clara y distinta, del lugar donde deberíamos presentar la mosca si queremos tener éxito.

La junta, así como la capa límite, es un subproducto de la fricción y del movimiento del agua y que, por lo tanto, no podrá ser hallada o descubierta en las aguas quietas de lagos o lagunas.

Para entender mejor el concepto de junta es necesario tener presente que las partículas de agua pueden friccionar entre sí, siempre que se muevan a distinta velocidad. Si están quietas, o si se desplazan a la misma velocidad no habrá fricción y por lo tanto no se marcará ninguna junta (línea de separación). Pero basta que una de ellas sea más veloz que la otra para que, al pasar a su lado, se produzca “rozamiento” y, como resultado, ambas pierdan parte de su velocidad ya que es una fuerza que se opone al movimiento.

Si imaginamos ahora, en lugar de partículas, dos franjas de agua adyacentes una quieta y otra que se mueve, podremos observar cómo entre ambas se marca una separación (una delgada banda de agua de velocidad intermedia) como resultado de la caída de velocidad que sufre la corriente al rozar contra el agua estancada, en definitiva una transición.

“La Junta” es la huella o señal que deja el agua rápida sobre la lenta y que demarca su separación.

La junta puede presentar diferentes aspectos, ser delgada o ancha, encrespada o calma, todo dependerá de la velocidad o del ímpetu de las aguas que se encuentran. Pero fina como una costura o ancha y espumosa como un torrente una cosa es cierta: marca la división entre el agua rápida de la que es más lenta.

Hasta ahora nada dijimos que escapara al ojo avizor o al conocimiento científico de un avezado pescador, pero su virtud estriba en que, además, mantiene separados el lado por donde circula la comida del que se encuentran las truchas.

La Junta divide el agua rápida del agua lenta, pero también ubica a las truchas de un lado y a su comida del otro.

Sabido es que las truchas, en un río, mantienen una posición fija y se alimentan de lo que deriva. Si la corriente fuerte es la que arrastra toda la comida y demás cosas que trae el agua, ¿De que lado creen ustedes que se ubicarán las truchas? ….Acertaron del lado donde se gasta menos energía, el lento.

abrá una “junta” siempre que se interponga al paso de una corriente algo que le impida seguir su camino de la misma forma como venía.

Agua lenta, un árbol caído, plantas, una roca emergente o sumergida, una curva o un desvío del recorrido, las orillas que lo contienen y hasta el lecho del propio río, son todos obstáculos naturales que formarán una junta, visible si sobresalen del agua e invisible si están dentro de ella, pero igualmente detectable.

Existen también innumerables barreras creadas por la mano del hombre como escolleras, deflectores y tantas otras usadas para desviar la corriente principal o para crear áreas protegidas de la devastadora acción del agua en movimiento, y que por supuesto son generadoras de juntas.

LAS PLANTAS

Las plantas son nuestras “aliadas” porque donde hay plantas hay vida animal y cerca … merodean sus predadores.

En nuestro caso, si bien tenemos que hacer el distingo entre las plantas que crecen a la vera del río y las que se desarrollan dentro del agua, ambas juntan bichos. Las primeras son el refugio de los imagos de los insectos acuáticos y de algunos terrestres que de tanto en tanto son lanzados al agua por el viento o simplemente caen (como los gusanos del sauce), los peces siempre están por el vecindario tratando de obtener una comida gratis.

En las segundas (las plantas acuáticas) se guarecen toda clase de ninfas, larvas, pequeños moluscos y crustáceos que desarrollan allí su vida, las truchas lo saben y hacen de esos lugares sus restorantes favoritos.

Para que haya plantas acuáticas es necesario que el agua reúna ciertas con-diciones de pureza, pH, contenido de sales y por sobre todo poder permitir el paso de la energía solar. Sabido es que el agua actúa como un filtro para la luz y a partir de profundidades mayores de cinco metros la que llega es tan escasa que no permite efectuar la fotosíntesis tan necesaria en el proceso metabólico de los vegetales.

Nuestro “aliado” nos está diciendo que para atrapar truchas debemos buscar los lugares donde crecen plantas, dentro o al borde del río.

En los lagos debemos pescar en las orillas donde hay árboles, en las aguas bajas donde hay plantas acuáticas o sobre los herbarios sumergidos, donde la profundidad suele alcanzar unos tres metros.

En cambio en los ríos o arroyos habrá que lanzar la mosca hacia las costas arboladas, juncales ribereños y siempre que sea posible buscar las aguas fértiles, bien carbonatadas (chalk streams) que tengan abundante vegetación en su cauce y que, por lo dicho, ofrecen al pescador una mayor posibilidad de éxito y al pez abundancia de comida.

LAS AVES

Así como con las plantas, en nuestro sur la presencia de ciertas aves como las golondrinas, los biguá, las águilas y los martín pescador, algunas variedades de patos y las gaviotas son indicadores precisos de la existencia de peces en las inmediaciones.

Pero aún en el mar y los “flats” la aparición de gaviotas, cormoranes o pe-lícanos revoloteando son claras indicios de la existencia de un cardumen de pececillos, y al acecho, en las cercanías, estarán sus predadores marinos que son generalmente la especie ictícola que buscamos para pescar, los más grandes.

En los manglares o en las costas arboladas de las islas marinas la razón por la que cigüeñas o garzas atisban el agua desde las ramas es por que están esperando que pase su almuerzo. Otro tanto podríamos decir de nuestras lagunas bonaerenses, los esteros y todo el delta del Paraná.

No todas las aves mencionadas se alimentan de peces, algunas como las go-londrinas se alimentan de insectos, pero no todos los que se alimentan de insectos y vuelan son aves, los alguaciles y los murciélagos son dos buenos ejemplos de bichos que disputan a la trucha su alimento.

Las golondrinas con sus vuelos rasantes sobre el agua nos señalan la existencia de insectos sobre su superficie, y que es la hora de atar una mosca seca, como lo es cuando advertimos el ataque de los alguaciles contra la nube de insectos que revolotea sobre el agua cerca de la costa.

En cuanto a la aparición de murciélagos al anochecer, a pesar de sus molestas pasadas por sobre nuestras cabezas y el acoso que efectúan a nuestras moscas cuando las estamos “casteando”, son el claro anuncio de que se está produciendo una eclosión vespertina.

Las aves y otros voladores, son verdaderos “aliados”, si sabemos prestarles la debida atención.

EL VIENTO

Nadie podría soñar que ese molesto y odiado enemigo del que está lanzando una mosca, el viento, es en realidad nuestro “aliado”.

Pensemos que los peces, y en especial la trucha que vive en aguas transpa-rentes, tienen una excelente visión dentro y fuera del agua y que cualquier figura o movimiento amenazante los hace huir, un recurso esencial para la supervivencia de la especie (en todos los animales es más fuerte el temor que el hambre).

Desde éste punto de vista, la brisa que riza la superficie del agua distor-sionando la visión del pez, disimula nuestra presencia, y hace de la pesca una tarea algo más fácil para el pescador y, por lo tanto, merece ser llamada nuestra “aliada”.

Podemos añadir algo más, que se nota especialmente en las grandes superficies mojadas de lagos o lagunas, si hay viento hay oleaje y éste facilita el intercambio de oxígeno entre el agua y el aire, al aumentar la superficie en contacto entre ambos.

Su efecto es particularmente beneficioso en la temporada calurosa donde el aumento de la temperatura del agua disminuye su capacidad de disolver ese oxígeno. El resultado beneficioso de la acción del viento es aún incrementado por la agitación mecánica que produce el batir de las olas, al revolver el agua.

El viento oculta nuestra presencia a los ojos de la trucha y facilita la oxigenación del agua donde vive.

LAS NUBES

No podemos hablar de las nubes sin tener que mencionar al sol, ya que en definitiva nuestro debate es acerca de la claridad del medio ambiente.

El sol es una fuente de dos tipos de energía, la lumínica y la calórica ambas absolutamente necesarias para la vida de plantas y animales, pero que suministradas en exceso, especialmente ésta última, puede causar verdaderos desastres ecológicos. Sequías, incendios de bosques, escasez de agua, el efecto invernadero y el derretimiento de los polos son algunas de sus consecuencias que afectan directamente el hábitat de los peces y a la pesca que es lo que nos interesa.

La luz en cambio, hace que los animales dotados de ojos (órgano que la capta) diferencien la forma y los colores y puedan estimar las distancias.

Los peces distinguen los colores con nitidez y en días claros las moscas artificiales de tonos vivos con el agregado de materiales reflectantes tienen mucho éxito. Con poca o escasa luz las de matices pardos y sin brillo andan bien porque la silueta es lo que importa.

El exceso de luminosidad también causa inconvenientes a los pescadores porque el intenso reflejo que proviene de la superficie del agua los obliga a usar anteojos oscuros y sombreros de alas anchas para protegerse. A los peces directamente los enceguece, al no poseer párpados, ni pestañas, ni poder usar anteojos de sol; por lo que responden a ésa incomodidad buscando la sombra o la profundidad, lo que claramente dificulta el encontrarlos.

Una luz adecuada hace que los peces no solo distingan a las moscas naturales y artificiales sino también a los pescadores. Es aquí donde las nubes juegan un importante papel a nuestro favor, ya que su presencia atenúa el bochorno pero también la claridad con que ven los peces.

Veamos si podemos aclarar esto otro con un par de ejemplos: un cielo poblado de nubes mantiene a las truchas en un estado de inestabilidad visual, dado que a medida que pasan, la intermitencia entre sol y sombra, hace que el pez esté por momentos deslumbrado y por otros con una visión normal. Lo que acabamos de describir representa ciertamente una ventaja para el pescador, que podrá engañarlo sin que su mosca reciba demasiado escrutinio.

Un cielo totalmente cubierto de nubes gris plomizo es una bendición, ya que éstas al reflejarse sobre la superficie del agua la convierten en un espejo, que ni nuestra vista ni la del pez pueden traspasar, excepto por su “ventana” o una pequeña porción de agua a nuestro alrededor, todo lo demás permanece invisible.

¿Que les parece, podemos llamar a las nubes nuestro “aliado”?

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