El nacimiento de las moscas secas americanas, los atados Catskill
por Marcelo Ziegler

Suele ser una referencia frecuente para muchos -y entre ellos me incluyo- que la pesca con mosca seca resulta una modalidad fascinante, aún a sabiendas de que la alimentación de una trucha se concentra en gran medida en lo que puede obtener por debajo de la superficie del agua. Es factible que los movimientos con que el pez se dispone a tomar nuestras moscas secas expresen esa cautivante magia, condicionándonos al asomarse a nuestro medio a tener que hacer de nuestro acecho su versión más cuidada. También suele resultar habitual para muchos que, entre las familias de insectos -con mayor o menos justicia según gustos de cada uno-, sean las imitaciones de efímeras aquellas que manifiestan toda la belleza y delicadeza de la pesca con moscas secas.

Hay patrones que sin dudas resumen todo lo anteriormente dicho, sea por su belleza, por lo sutil de su figura, por lo delicado de su imagen y el cuidado de su atado. Entre estos, las secas de estilo Catskill tienen un lugar destacado.

Catskill es un estilo, no un patrón. El Qiill Gordon, el Hendrickson, la variante del Grey Fox y el Light Cahill son todos patrones que surgieron de dicho estilo. Según Harry Darbee, en Catskill Flytier (1977), la tradición de Catskill fue fundada por “los cuatro santos“: Theodore Gordon, Herman Christian, Roy Steenrod y Edward Hewitt.

Así como las moscas húmedas británicas que dominaron muchos años la pesca con mosca son guardianas de toda la tradición y una belleza muy especial, bien puede considerarse a sus descendientes norteamericanas secas, como las herederas de tal distinción.

Su historia tiene su génesis en los trabajos de Frederic Halford, en Inglaterra, en 1886, cuando publicó su libro “Floating flies and how to dress them”, con el que inició un cambio fundamental al promover la pesca con moscas flotadoras, luego de muchísimos años de sostenida pesca con moscas húmedas, como una nueva y efectiva manera de atrapar truchas. Sin embargo, el primer paso hacia la mosca seca tal como las conocemos habitualmente tuvo su lugar, Atlántico mediante, en la costa este de los Estados Unidos de Norteamérica.

Su historia tiene su génesis en los trabajos de Frederic Halford, en Inglaterra, en 1886, cuando publicó su libro “Floating flies and how to dress them”, con el que inició un cambio fundamental al promover la pesca con moscas flotadoras, luego de muchísimos años de sostenida pesca con moscas húmedas, como una nueva y efectiva manera de atrapar truchas. Sin embargo, el primer paso hacia la mosca seca tal como las conocemos habitualmente tuvo su lugar, Atlántico mediante, en la costa este de los Estados Unidos de Norteamérica.

Theodore Gordon era un financista norteamericano que alrededor de 1905, se radicó en el este de su país, en las proximidades de los montes Catskill para dedicarse  de pleno a la observación de los insectos de la zona y disfrutar de sus frecuentísimas salidas de pesca en ríos como el Delaware y el Neversink.

Había pasado años pescando como lo hacían los demás pescadores de la zona con moscas que emulaban los tradicionales patrones húmedos británicos, hasta que pasando a pescar río arriba concluyó que su eficacia mejoraría si las truchas tuviesen la posibilidad de tomar su mosca en deriva de superficie.

Esto lo impulsó a escribir a F. Halford, quien le respondió con el envío de unas cincuenta moscas flotantes que estaba desarrollando para aguas inglesas. Inmediatamente, Gordon comprendió que más allá de que dichos patrones se aproximaban a lo que había imaginado, así como los había recibido no resultaban apropiados, ya que eran intentos de imitación de insectos distintos a los que ofrecían las correntosas aguas de los ríos que frecuentaba, muy diferentes a las plácidas aguas de los cursos ingleses donde Halford había utilizado sus nuevos diseños.

En síntesis, si bien las moscas de Halford se acercaban a lo buscado, no eran aplicables a  la pesca que intentaba Gordon.


Inquieto como era, no tardó en buscar diseños, procedimientos y materiales que resolvieran su necesidad. Nacían así las bases del estilo referencial de la mosca seca norteamericana: El estilo Catskill.


En esta adaptación Gordon estableció un cambio sustancial. Descartó el uso de los hackles suaves de las moscas de Halford y sus alas de sección de pluma de pato. En su lugar incluyó hackles más abundantes de plumas de fibras rígidas y alas a las que conformaba con fibras de plumas de mallard.

Logró así dos criterios imitativos destacados: El barrado de las alas y la perfecta insinuación de un apoyo sutil que proporcionaron estos nuevos hackles, que apenas con sus puntas alteraban la superficie del agua en conjunción con las fibras rígidas de las colas de sus moscas. Promovían así la mejor impresión de un insecto adulto posado en la superficie del agua.


No hubo ni habrá expresión estética y de eficacia de mayor preponderancia entre las moscas secas de la pesca con mosca en  los EEUU, que esta dinastía que tiene en la Quill Gordon a su gema más destacada.

A quienes gustan  indagar  referencias históricas, podrán encontrar en “Fur, feathers and Steel”, de R. Cross (1940) y en La “Streamside Naturals guide”, de Art Flick (1947) pormenorizados detalles de los procedimientos de atado de Gordon y sus seguidores inmediatos.

1. Un anzuelo ligero y amplio, habitualmente  por entonces, un 12 de la serie 04991 de Allcock, con un ojo bien delicado. Actualmente bien podrían ser un Mustad 94840 o un Tiemco 103BL, o el clásico 100. Hoy seguramente se busque atarlas en tamaños algo menores.

2. Unas pocas vueltas con un hackle rígido y brillante, a menudo dun o ginger, con fibras de un largo levemente menor al de las alas, envueltas por dos vueltas por detrás y delante de las alas. Si disponemos de plumas cortas o de marcada “conicidad” podríamos atar el hackle con dos plumas en lugar de una. De esta manera garantizamos suficiente densidad del hackle y similar longitud de sus fibras, al utilizar secciones menores de ambas plumas simultáneamente.

3. Las alas ubicadas a un tercio de la longitud del anzuelo detrás del ojo.

4. Un “cuello” desnudo y distintivo aproximadamente a un ojo de distancia del ojo del anzuelo que se interpone entre éste y una cabeza modesta de sólo unas pocas vueltas. Las alas y el hackle se apartan del ojo del gancho, dejando “un cuello limpio a expensas de un cuerpo ligeramente acortado. Este espacio estaba destinado originalmente para dar lugar al nudo del líder que luego se pasaba por el ojo del anzuelo tal como solían atarlo con un nudo “8” estándar donde hoy se ataría la cabeza de la mosca. El cuello largo y desnudo sobrevivió mucho después de la desaparición de esa manera de fijar el líder. La mosca se cerraba con una modesta cabeza formada por unas pocas vueltas de hilo. Elsie Darbee, destacada atadora de moscas Catskill, dijo alguna vez que cualquier cosa más allá de dos vueltas para la cabeza resultaba superfluo.

5. Una cola escasa a menudo un poco más larga que la pata del anzuelo, de unas seis u ocho fibras largas, rectas y rígidas, como las de las plumas spade de los gallos.

6. Un cuerpo particularmente delgado,  escaso y cónico, por lo general de dubbing o bien de quill de pavo real, que comienza en la pata del anzuelo en el punto opuesto a la rebaba. El empleo del quill de peacock por Theodore Gordon en su patrón emblemático le permitió sumar un efecto de segmentación propio de los cuerpos de los insectos que imitaba, al que reforzó y aportó un poco de brillo con un delgadísimo hilo de alambre de cobre que colocaba en sentido opuesto al de colocación del quill.

7. Alas divididas, generalmente hechas con fibras moteadas de plumas de mallard. Las alas son a menudo ligeramente más largas que la longitud de la pata del anzuelo y, a veces, moderadamente inclinadas hacia adelante, no más de 10 grados, montadas entre un cuarto a un tercio de la longitud de la pata detrás del ojo. Deben separarse las puntas. Después de montarlas, tres vueltas de hilo se aseguran frente al punto de fijación para levantarlas y otras vueltas en ocho las dividen. Cada ala se consolida con un par de vueltas alrededor de la base para agruparlas. Actualmente, los patrones de Catskill pueden estar atados en proporciones tradicionales de mosca seca, es decir, la cola y el ala pueden ser iguales a la longitud de la pata.

Es apropiado aclarar aquí que Theodore Gordon no solía dividir las alas y que habitualmente las inclinaba levemente hacia atrás. La inclinación hacia delante o la perpendicularidad que vemos hoy se originó en la Hendrikson, otro patrón típico de esta dinastía.


Las moscas de Gordon y sus discípulos y seguidores se caracterizaron por ser sobrias, de líneas ágiles, limpias y delicadas, al tiempo que garantizaban la flotabilidad indispensable para pescar las aguas de los montes Catskill. Desde allí se extendieron hasta transformarse en el emblema de la mosca seca tradicional, tal como el mundo mosquero las asumiría. Este estilo se nutrió de patrones de demostrada eficacia, como la mencionada Quill Gordon, la Hendrikson, la Light Cahill, la March Brown y la Grey Fox, entre tantas.

Poco importa en definitiva quién o quiénes consolidaron este estilo que comenzó a idear Theodore Gordon.  Alguna vez alguien preguntó quién fue el mejor atador de las Catskill… quien tiene más agallas fue la respuesta.

Ahora está en nosotros tomar el desafío.

Publicado en: General

Una respuesta a “El nacimiento de las moscas secas americanas, los atados Catskill
por Marcelo Ziegler”

  1. Javier dice:

    Buenísima nota Marcelo, siempre es útil aprender un poco más y con ello poder tener fundamentos para conocer y analizar el porqué de las cosas que hacemos hoy.

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