Un caracol peligroso

Publicado en Aire Libre

Producto de las facilidades de la vida moderna, en cuanto a transporte de mercancías y seres humanos, se ocasiona una extraordinaria migración y dispersión de especies por el mundo que, en algunos casos, encuentran un nicho ecológico y se radican en nuevos ámbitos, volviéndose invasoras sin controles naturales pudiendo producir grave daño, incluso con peligro de pérdida de especies vulnerables o en extinción.
De lo dicho se deduce que el ser humano se ha convertido en el más eficaz transportador accidental de especies invasoras que dispersa por todo el planeta, y considerando la enorme dificultad, para no decir imposibilidad, de erradicación una vez instalada la especie ocupante, es imprescindible articular una firme política preventiva apelando tanto a la responsabilidad como al control y a la prevención.
En ocasiones anteriores la Asociación Argentina de Pesca con Mosca ha hecho especial hincapié en los cuidados necesarios e imprescindibles que se deben aplicar respecto de pescadores que ingresan al país (incluso a pescadores argentinos que van a pescar a otros países), quienes deben lavar sus botas de vadeo y waders, desinfectándolos, atendiendo a la llamada “enfermedad del torneo”, que produjo una mortandad de truchas arco iris en los ríos de Montana de aproximadamente el 80% de su población.
Fiel con tal política, el Reglamento de Pesca Deportiva Continental Patagónico vigente continúa con la prédica, pero nuevos y graves acontecimientos aconsejan profundizar aún más la cautela y prevención apelando a la divulgación, la racionalidad del ser humano y el bien común.
En efecto, proveniente de Nueva Zelanda el diminuto caracol Antipodarum de Potamopyrgus (5 mms.) se ha introducido en Australia, Europa y ahora Norteamérica, dueño de una enorme tolerancia a la diversas temperaturas y a la falta de alimento, se ha reproducido fantásticamente los ecosistemas acuáticos de EEUU, cubriendo prácticamente el fondo de la corriente con afectación de la biomasa del río; por ende, modifica el ecosistema nativo y perjudica la proliferación normal de los alimentos de las truchas.
El método de dispersión de estos moluscos, entre otros, se basa en el transporte humano, y siendo tan diminutos se insertan y quedan adheridos en los más recónditos rincones de las botas de vadeo y costuras de los waders.
De allí que la manera de impedir que cualquiera de éstas enfermedades azote nuestro ríos con consecuencias impredecibles consiste en acentuar la prevención, apelando a la divulgación y la conciencia pública, alertando a todos los pescadores, tanto argentinos que pescan por el mundo como extranjeros que concurren al país, con el propósito de que no ingresen a la Argentina con waders o botas de vadeo utilizadas en otros lugares del mundo.
De tal modo podremos trazar una primera barrera de contención contra la invasión biológica, y ello no debe ir en desmedro de la pesca si se adoptan la medidas adecuadas para impedir el ingreso de botas o waders usados en el extranjero. Así daremos un paso importante para contener estos flagelos y mantener nuestras corrientes de agua libres de plagas asegurando la sustentabilidad del recurso.
Por tanto, apelamos a la conciencia de los pescadores, ya sean nacionales o extranjeros, a fin de que tomen conocimiento de los riesgos e implementen los mecanismos necesarios para prevenir la invasión, y a la vez, consideramos que las autoridades nacionales debieran tomar directa intervención en el caso, y propugnamos que se debe evitar, e incluso prohibir, el ingreso al país de waders y botas de vadeo usadas, atento los riesgos que ello implica para los peces de nuestros ríos.

Comisión Directiva

Publicado en: Opinión

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