La ética en la pesca con mosca

ALBERTO E. TEXIER

Cuando se me propuso escribir sobre ética relacionada a la pesca con mosca imaginé, a priori una verdadera limitación en el tema, que no iba más allá de cierta conducta a mantener, en la conocida ronda de la Boca del Chimehuin, con el cuidado en no adelantarse a quien nos precede en el río, comenzar donde corresponde, respetar las posiciones, etc.
Pero reflexionando en el significado de la ética -una norma moral autoimpuesta, más allá de lo legal o reglamentario- un condicionamiento de nuestra conducta, y tomando en cuenta las características de individualismo de la pesca con mosca, donde quien la ejerce es el único juez de sus actos, el horizonte comenzó a ampliarse. Hablando luego con amigos, advertí varias circunstancias donde la ética es aplicable y califica nuestra conducta.
Por lo tanto he dividido esta exposición en varios capítulos, relacionados con diversas situaciones en donde juegan conceptos éticos, durante la práctica de la pesca con mosca.

Etica con la presa.

Una vez que el pescador obtiene su presa, enfrenta el gran problema, y es qué hacer con ella. Para algunos el problema no existe, la matan y se la llevan. Nosotros proclamamos su devolución al río, con el menor daño posible.
Podemos matar algún pescado si el límite lo permite, para comer.
Pero hay circunstancias en que el daño provocado en la presa, por el anzuelo o el intento de extraerlo, nos obliga a un juicio ético, al someterlo quizá a una muerte lenta e inevitable, que evitaríamos sacrificándolo inmediatamente. Eso puede ocurrir cuando el pez está enganchado por la agalla, el ojo, o la profundidad de la boca, en el esófago, donde el daño hace improbable la viabilidad del pez, a pesar de que es cierto que si alguna chance tiene de sobrevivir es devolviéndolo y no matándolo.
Por éso preconizamos el uso de anzuelos sin rebaba, lastiman menos y se pesca con la misma eficacia y para los que piensan en su presupuesto, se rompen menos las moscas pequeñas y delicadas (las más caras) al sacarlas. También es bueno saber identificar enfermedades de la población ictícola, podemos encontrarnos con el dilema de tener que matar un pescado porque sospechamos que padece de hongos, enfermedad bacteriana, virósica o parasitaria y es conveniente llevarlo al guardafauna y evitar su propagación.

Etica con el medio ambiente.

La inalterabilidad del medio ambiente es deseable. Es imperativo que se mantengan las condiciones naturales de cada hábitat, y que la naturaleza no sea modificada, por ejemplo, para facilitar el cast. Es por demás obvio que mantener la limpieza, no polucionar, evitar posibles incendios, es el mínimo aporte que se espera de un verdadero pescador.

Etica con los pobladores y propietarios de las tierras.

Pedir permiso para entrar en una propiedad no es un problema ético sino una obligación legal. Lo que nos compete está relacionado con ejercer la debida cortesía, informar de nuestros planes, dar aviso de problemas observados, y si es posible, agradecer posteriormente, relatando brevemente nuestra experiencia.

Etica con los otros pescadores.

Es la situación más conocida, a la que me referí al principio. Hay que mantener un orden en el río, no adelantarse si molesta a quien nos precede, y si éste saca un pescado de cierta importancia, es bien visto que nos ceda paso. Cuando varios pescadores bajan o suben un río, no deben estacionarse en un lugar, impidiendo que otro lo pesque, y entorpeciendo el tránsito normal. Tampoco debe movilizarse en forma negligente al entrar ruidosamente al agua, o proyectar su figura o sombras sobre el río, donde alguien está pescando.

Etica con uno mismo.

Es algo básico, y no sólo relacionado
a la pesca, el presentar un aspecto decoroso y mantener hábitos correctos en cualquier ambiente donde nos movamos.
No lo es menos en el nuestro.
En otro orden de cosas, puede ser ético que autolimitemos nuestras capturas, como norma.
Eso significa que si estuvieran permitidas, por ejemplo, dos capturas, nos conformemos con una o con ninguna. Insistiendo con el anzuelo sin rebaba, no pescaremos menos y nos facilitará la devolución atraumática.
En resumen, imagino al pescador ideal, como un individuo de aspecto agradable, correctamente vestido, limpio, que solicita, con la debida cortesía, permiso de acceso al lugar elegido, informa someramente sus intenciones y el tiempo que piensa durará su excursión, se acerca al río con cuidado de no molestar a quien pueda estar ya ubicado, ocupa su posición de acuerdo a esto, elige su mosca con anzuelo sin rebaba, y se dispone a disfrutar de su día de pesca, devolviendo sus presas sin dañarlas, eventualmente matando alguna para comer con su familia o amigos, o sacrificándola si está irrecuperable o enferma y reportándola al guardafauna o al propietario, se aleja del lugar sin dejar a su paso residuos o suciedad, y regresando, si le es posible, agradece el permiso concedido, e incluso da cuenta de cualquier anormalidad que hubiera observado.
¿Existirá semejante fenómeno?

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