El gran escape

Relato de un día de pesca

Por “Chucao”

El alerta fue contundente, escaparon 100.000 truchas arco iris de una piscícola en las cercanías del Río Negro en Hornopirén, X Región de Chile, las mismas ya estaban a punto de ser cosechadas, con un peso cercanos a los 2 kg y con la coloración de la carne especialmente lograda para cumplir con los requerimientos establecidos por Japón, país destinatario de los peces, para dar la tonalidad exacta en la preparación de su renombrado sushi.

Nuestra predisposición a toda noticia relacionada con la pesca deportiva y la realidad que indica que las desventuras de unos siempre favorecen a otros, hizo que analizara la posibilidad de hacerme una escapada a probar suerte.
La decisión no me llevó mucho tiempo, y después del mediodía iniciaba el viaje de algo más de 5 hs. entre las ciudades de Bariloche y Puerto Montt, lugar este último donde pasaría el fin de semana en familia, y que aprovecharía como plataforma de lanzamiento para hacer un intento de pesca en el citado río durante el sábado, arrancando por la mañana muy temprano.

Sí, ya se, ir y volver en el día hasta Río Negro desde Puerto Montt es una movida, seis horas de viaje entre ida y vuelta, es cierto que son sólo 220 km en total, pero el camino mitad pavimento y mitad ripio, bastante trabado por cierto y como si esto fuera poco con trasbordador de por medio, impide hacerlo en menos tiempo. Todo eso para sólo cinco horas de pesca, pero bueno, siempre hay que negociar y el Weekend multipropósito era mi mejor alternativa, lo ideal hubiera sido hacer noche en dicha localidad y pescar por lo menos dos medios días.

Con anterioridad habíamos escuchado reiteradamente estas historias, pero como siempre, salían a relucir en oportunidades en las que no pescábamos nada y poco después, cuando nuestros eventuales anfitriones trasandinos pronunciaban el fatídico, “… ah, la semana pasada ¡Haaaaaaarto Pescaaado!”, nuestra sangre hervía y se nos nublaba la vista, pensando, “cómo puede ser que en Chile nunca estoy en el lugar y en el momento indicado”.
Esta vez la cosa era distinta, la información venía de una fuente de mi absoluta confianza, el escape era muy importante y reciente, no podía fallar.

Para quienes se sientan tentados de encarar una aventura por estos lados, de por sí, solamente el viaje vale la pena. El cambiante paisaje del lado argentino, el cruce de la frontera, el viaje hasta puerto Montt cruzando primero la región de los Lagos, luego la autopista, la campiña Chilena, flores, fauna, vegetación, vegetación y más vegetación, para concluir en el inicio de la Carretera Austral hasta Hornopirén, contorneando la costa marina, las pisciculturas, los islotes etc. constituyen un bombardeo de naturaleza que dejará conforme hasta al más exigente, satisfaciendo la demanda que todo mosquero tiene en este sentido.

Dado que esto transcurre a mediados de febrero, la afluencia de turistas del propio Chile en la zona es importante y junto con los pobladores, ancestralmente dispuestos a tomar partido de lo que la naturaleza del medio acuático les proporciona, constituyen la masa crítica de depredadores que reestablecerá en corto tiempo el equilibrio, dando alguna chance a los pocos salmónidos salvajes que todavía quedan, para que puedan hacer predominar su stock genético.
Alrededor de las 10,30 hs, ya en Río Negro, pedimos permiso para acceder al río a unos pobladores linderos al mismo, quienes al tiro nos comentaron que un par de días atrás ya habían capturado salmones, entre ellos uno de 15 kg,. Consideramos el comentario pero nuestra mente apuntaba a otra cosa.
Rápidamente nos cambiamos y armamos cañas # 6 y 7, una # 6 salt water bastante potente y una 7 de acción más delicada. Parece mucho pero el río tiene infinidad de raigones, lajas y obstáculos en general, que requieren dominar inmediatamente la pelea, por lo que consideramos que los equipos eran apropiados.

A los pocos minutos de comenzar con los lances tengo la primera tomada en una zona bastante playa pero con agua rápida, arranqué con pequeños streamers porque no veíamos actividad en superficie a pesar de la gran cantidad de insectos de todo tipo y tamaño que volaban y se posaban sobre el agua. Si bien la tomada fue muy suave la pelea fue creciendo en intensidad y luego de unos minutos liberaba una arco iris típica de piscicultura, con su aleta caudal redondeada y pequeña, también pequeña era su cabeza denotando la extrema juventud del ejemplar, pero el importante volumen y su peso le proporcionaban gran fuerza, que compensaba las atrofias parciales en las aletas.
El río se presentaba muy claro y transparente, el mediodía también era sumamente soleado y luminoso, lo que nos permitía ver el desplazamiento de los peces hacia nuestras pequeñas moscas, esto junto a nuestra ansiedad, provocó la pifia en alguna que otra clavada anticipada, pero rápidamente le tomamos la mano.

La cantidad de obstáculos que presenta tan hermoso río es infinita y es precisamente entre los mismos donde se ubican estas truchas, las cuales una vez clavadas, intentan recuperar el refugio que tenían. Esta situación nos obliga, tal como lo habíamos pensado de antemano, a forzarlas para que la pelea se de en los pequeños espacios de aguas abiertas, tal situación nos produce algunos cortes, ya que las condiciones climáticas, sol pleno y muy poco viento, nos indujeron a utilizar finos tippets.
La sucesión de capturas nos muestra la regularidad en el tamaño de los peces aunque cada tanto aparece alguno más grande o más pequeño, pero como siempre ocurre las más grandes y peleadoras lograron salirse con la suya escapando nuevamente.
El volcán Hornopirén da marco al paisaje, el resto lo aportan un hermoso día, el río y la vegetación.

Nosotros, distanciados unos 50 metros, vamos bajando el río entusiasmados por la sucesión de piques y las largas peleas que nos dan las truchas, el tramo de río elegido nos permite seguirlo sin muchos problemas por unos 500 m, luego como suele ser común en Chile, nos vemos obligados, por un par de barrancas, a adentrarnos en el bosque tratando de alcanzar el siguiente tramo de río, una recta profunda con una de las costas bien sombreadas, pero a pesar de nuestros intentos, no rinde de la misma forma que el tramo anterior, algo más playo y con infinidad de variantes y obstáculos.

El tiempo ha volado, decidimos suspender el almuerzo y dejarlo para el viaje de vuelta, luego pescamos nuevamente los primeros 500 m. Para nuestra sorpresa volvemos a tener respuesta e incluso una de ellas resulta ser algo más grande que el promedio y bastante más potente, encarando para un raigón al final de la corredera, mis intentos de frenarla son inútiles y casi sobre el raigón debo forzar la situación ocasionando el inevitable corte, una lástima.
De nuestras últimas capturas damos cuenta de un par de ejemplares para verificar sus calidades culinarias en la cena, dejando que el resto del problema lo solucionen nuestros vecinos y dueños de casa, que en muchedumbre pueden verse en los lugares de más fácil acceso dándole duro y parejo al gran escape.

Ya cambiados, después de transcurridas unas 5 hs. de actividad continua y ahora en viaje de vuelta, al ingresar en la población vemos salir del río Cuchildeo, pequeño afluente del Negro con buen caudal y que es fuente de suministro de agua para alguna de las pisciculturas, un par de Chiquitos de entre 8 y 10 años, con su latita y colgando de una cuerda que entre los dos a gatas sostienen, llevan 6 truchas, dos de ellas de tamaño espectacular, de lo más grande del escape, su alegría y excitación describen con verdadera exactitud la situación, seguro sería la mejor foto del día, lamentablemente retomar la calle se me torna dificultoso y cuando desandamos el camino éstos ya habían desaparecido tan rápido como aparecieron.
La imagen me queda grabada y me hace replantear algunos puntos de vista sobre la pesca en esta zona algo que ya esbocé al principio del relato.
Más relajados encaramos el viaje de vuelta prestándole más atención al paisaje y a los detalles de lo que vemos, realmente valió la pena, una experiencia para repetir.

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