Correo de lectores

Mateo Mario Barone (Tito) es un socio de la AAPM que está radicado en la ciudad de Bariloche desde hace más de quince años. Además de ser un avezado pescador y colaborador habitual de este Boletín, mantiene una preocupación constante por los temas relacionados con la conservación del recurso pesquero y la reglamentación y fiscalización de la pesca deportiva, aspectos que aborda con opinión propia y reflexiva.
La carta que transcribimos a continuación -con autorización del autor y destinatario-, si bien no fue dirigida al Boletín Mosquero, creemos que evidencia un sentimiento que es común en muchos de nuestros socios, por lo que decidimos su publicación en esta sección del Boletín.

Estimado Martín:

Hoy por la mañana estaba viendo el programa de pesca con mosca “Fly cast América” en ESPN + canal 613 de Direct TV.
En el mismo vi a Carlos y Alejandro Scheller por quienes siento tanto aprecio y agradecimiento por el trato que nos brindaron en las oportunidades en las que salimos de pesca con ellos, el mismo sentimiento de agradecimiento que siento por la esposa de Carlos y madre de Alejandro, siempre pendientes de las situaciones climáticas y conectada continuamente vía radio con quienes pecábamos en el Río, lamento no recordar su nombre señal inequívoca de que cada vez estoy más viejo.
Recuerdo todo el esfuerzo de esa familia relacionada con la pesca deportiva, que han elegido como medio de vida, sus sinceros saludos de felicidad para las fiestas de fin de año o sus llamados telefónicos para saludar cada vez que andan por el sur y las atenciones que le brindaron a mi hijo Ignacio a quien alojaron varios días y sacaron a pescar sin ninguna necesidad, por cuanto, una vez más ellos habían cumplido acabadamente con todo lo que les correspondía.
Reviví por algunas imágenes que pasaron de la vida cotidiana de Goya, la amabilidad de su gente, la vida pueblerina que hemos disfrutados más de una vez, la atención cálida y cordial recibida en los hoteles o en aquella casa en la que nos hospedamos la primera vez, muy cerca de la terminal de micros de Goya, aquella casona antigua en la que cocinaba una Sra. de unos 70 años, de una lucidez increíble y una fuerza que le permitió cocinar bastante más de lo que, a pesar de nuestros esfuerzos, pudimos comer nenes como Ignacio vos y yo. Sí, esa Sra. que se asomaba a la calle al paso del micro que llevaba de regreso a sus pescadores a los lugares de origen.
Una vez más gente relacionada con la pesca deportiva haciendo del ofrecimiento de servicios un medio de vida en la difícil y compleja Argentina.

¿Por qué no fuimos más a Goya?
En unos de las primeras imágenes de la filmación aparece lo que creo es un “pepitero de collar”, pequeño pájaro muy bonito, que identificamos en otro de nuestros viajes, esta vez con Peto, quien tenía entre sus cosas una guía para la identificación de aves de Narosky, acá nuevamente el recuerdo de esos viajes a Goya me lleva al asado que nos preparó este, bajo los árboles en un arroyo de los tantos que hemos recorrido, las discusiones tratando de establecer las diferencias entre el cardenal común y la cardenilla, la fauna exuberante y la flora indescriptible.
También recuerdo esta vez con Cristian de acompañante, la quema de pastizales que opacaban el sol y el griterío de los monos aulladores alertándose mutuamente por el estrés ante esta situación.
Cuántas cosas hemos vivido en Goya.
Me pregunto una vez más ¿Por qué no voy más a Goya?
A lo largo de la filmación un personaje apodado “Tulio” habla de la pesca con mosca, que es lo que dice no recuerdo, no puedo prestar atención porque mi cerebro trabaja sin cesar. Yo lo conozco, pero su refinado aspecto vestido de guía de pesca con mosca no me permite ubicarlo con certeza, no cuadra en mi cabeza la indumentaria de un gentleman figurín de la etiqueta de la pesca con mosca y esa cara, tal vez en otro contexto pudiera lograr la identificación completa que de paz a mis pensamientos, pero bueno ya te lo dije antes, estoy cada vez más viejo.
La filmación avanza con algunas capturas y a tantos kilómetros de distancia, en este invierno cambiante patagónico, mi mente se ubica nuevamente en los alrededores de Goya, en aquel arroyo al que nos llevó Peto, ¿te acordás?, donde después de un par de días con poca pesca teníamos la esperanza de revertir la situación,  donde encontramos un gigantesco cardumen de sábalos y por supuesto tras ellos estaban los doradillos ya en esa época, aunque no tan distante, era difícil encontrar dorados importantes. Recuerdo que era tal la cantidad de sábalos que en nuestros intentos de pescar dorados, de vez en cuando robamos algunos de la cola o de alguna aleta, que por supuesto devolvimos a su medio, también recuerdo que algunos de esos sábalos tomaron la mosca. Si, esa mosca gigante para dorados, ¿Te acordás que lo registramos en algunas fotos?
Qué días pasábamos en Goya, parece tan distante ¿Por qué no hemos vuelto más?
Recuerdo también que ese día y a través del campo, traccionada  por una camioneta roja bajaron al arroyo una poderosa Carolina Skiff con un gigantesco motor. Recuerdo los gritos para poder coordinar la bajada de semejante equipo entre los arenales del río, creo eran cuatro personas, eso sí, cuando pusieron en marcha ese motor y pasaban a toda máquina recorriendo de punta a punta el pequeño arroyo, el ruido era ensordecedor y anulaba por un instante la sensación de estar en el paraíso, es más, hacían más ruido que esos dos Pucará, de la cercana base aérea de Reconquista, que sobrevolaron el arroyo.
Lo recuerdo como si fuera hoy.
La filmación continúa, pero ya no tiene mucho sentido para mí, lo realmente importante fue su efecto disparador de recuerdos, vuelvo a ese día y me parece escuchar la incansable gritería que reinaba en esa embarcación y que duró todo el día, ¿Te acordás?, si bien pescamos algunos dorados no era ni por asomo un día de excelente pique.
Siempre a la distancia nos asaltaba la duda, ¿estarán sacando tantos dorados?
Ya al atardecer, estábamos cerca de donde intentaban sacar su embarcación, cosa ahora mucho más difícil que cuando vinieron, cómo no vamos a dar una mano.
¿Te acordás nuestras caras cuando estuvimos cerca de la embarcación?
Una Carolina de unos 6 m de eslora, 2 m de manga y casi 1 m de puntal con tres individuos de aspecto muy pero muy humilde, típicos de los suburbios pobres de Goya, que contrastaban felinescamente con la embarcación de ese Sr. atildado con muy buena presencia, que se nos presentó como “Outfitter de la zona”.
¿Te acordás que los cuatro estaban parados dentro de la lancha y que no se les veían las piernas?, ¿te acordás?, no se podía creer, llenaron una Carolina de sábalos hasta la borda.
Te acordás que atónito ante esa situación y creo que balbuceando le pregunté, ¿pero porqué?.
Yo recuerdo perfectamente la respuesta del outfitter.
“Flaco hay que pagar el combustible”
Y en este dantesco devenir de imágenes, encontré el contexto de esa cara, claro era Tulio,  imposible reconocerlo con el atuendo refinado de outfitter, si yo lo vi ese día con sus piernas hundidas hasta los huevos entre los sábalos muertos.
¿Cómo olvidarme?
Ahora recuerdo porqué no fui más a Goya.
A pesar de tan buenas personas y recuerdos, pudo más el doble discurso de sólo uno de estos mercenarios de la caza y de la pesca.
Martín, cuántos recuerdos, cuánta pena.
Un saludo y un abrazo.

Tito

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