Carlos y Carlos

Siempre le gustó caminar por lugares del río sin marcas de zapatos, sin colillas amarillentas, sin latas o palitos en la orilla. Ahora va caminando, como a él le gusta, salvo algunas huellas que no le preocupan, porque son las que va dejando su compañero unos metros delante de él. Caminar el río, esa es la idea, como caminando la vida, siempre buscando un lugar mejor. Y van, sin mas diálogo que el que la naturaleza les brinda, pájaros, agua, crujir de ramas bajo sus pies. De pronto, Carlos frena de golpe, vio moverse algo en ese espejo viviente y espera, cuando el movimiento se repite los dos están atentos, también Carlos. Carlos y Carlos vieron una trucha tomar. El Carlos chico dice ¿pruebo? Y el grande asiente con la cabeza, era lo que estaba esperando. Busca un lugar donde poder sentarse sin pinchar los wader y pone todos sus sentidos al servicio del placer de ver a Carlos pescar. Carlos observa, está esperando que la trucha vuelva a tomar, quiere ver qué toma y cómo, cuando lo consigue, con mucha tranquilidad elige la mosca que cree la indicada y con mucha calma haciendo sonar lo menos posible la chicharra comienza a sacar línea. La va depositando en el agua muy cerca de él, quiere provocar el menor disturbio posible, En un solo movimiento la levanta y ésta ya camina por el aire, la mosca cae muy lejos de donde la trucha toma, pero el agua la va acercando en la forma más natural. Carlos mira, tal vez la emoción, por el solo hecho de mirar, sea mayor que la de Carlos. Es ese el tan anhelado momento donde se olvidan todas las diferencias con que la vida los separa. Pocas veces la trucha toma en la primera presentación y pocas veces ambos disfrutan lo mismo a través de lo mismo. Hace un tiempo atrás, Carlos tomó una importante decisión y hoy se da cuenta que fue lo mejor que pudo haber hecho, ya que está rindiendo sus frutos.

Y la trucha toma la mosca y los tres explotan, la trucha se expresa en saltos y ellos en gritos y carcajadas, la trucha pelea, como ellos pelearon y de a poco se entrega, como ellos se entregaron. Carlos deja su lugar con el wader sano y lentamente, se arrima a Carlos, tan lentamente como para que ni el ruido del agua bajo sus pies interfiera con lo que está gozando. Ya juntos, la trucha es dominada, como ellos fueron dominados y luego de revivirla, igual que ellos revivieron, es devuelta a la vida, así como ellos volvieron. Aquella determinación que Carlos tomó hace algún tiempo fue muy sabia, por más diferencias que la vida les haya impuesto, nunca dejaría de hacer lo mínimo que pudiera en compañía de su hijo, y gracias a Dios, ese mínimo fue lo más grande, ese mínimo fue pescar con mosca. La trucha nada atontada, tal vez ni siquiera sepa que fue lo que le pasó, ellos la observan con atención, quizás tampoco sepan que fue lo que les pasó. Se miran a los ojos, Carlos grande le palmea la espalda al chico y al mismo tiempo siente que se está palmeando la suya. Habrá de llegar el momento de regresar a la ciudad y a sus vidas, el abrazo de despedida comenzará entre dos grandes compañeros de pesca y terminará entre un padre y un hijo con muchas diferencias, pero no tantas como para no fijar fecha para un próximo viaje de pesca. Tal vez en el fondo, cada uno de ellos siente que esas horas en el río, les pueden dejar como padre e hijo, tanto o más que en la ciudad, toda una vida de acuerdo.

Flyheart

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