La magia de un día

Esta es una sección dedicada a la Fantasía, el Humor, la Creatividad con Historias Verdaderas
o Ficticias que tienen que ver con la Pesca con Mosca y su entorno.

Es una mañana de frío muy seco, esas que escarchan la poca humedad que deja la noche sobre los pastos ralos del sur. Los colores del lugar comienzan a surgir como pinceladas de niños. Un viento fuerte pero respetuoso serpentea entre montañas, acaricia los sauces que se esfuerzan por tocar al rey del lugar. El maravilloso Malleo, encargado de recolectar la magia del valle, cientos de arroyos, cascadas y vertientes se conjugan como redes neuronales con un solo objetivo, alimentar al rey. Un rey muy especial, en el que el tiempo pareciera detenerse, rozando lo irreal.

Sus aguas inquietas cambian de estado con tanta facilidad, sin embargo, nada parece afectarse.

De pronto, la figura casi imperceptible de un hombre pequeño, de avanzada edad se mimetiza de tal manera, que parece ser parte de todo. Camina dentro del río con paso lento pero firme, como leyendo con sus pies la textura del fondo. Las piedras del lecho parecen abrirle camino. Cuando el agua alcanza sus rodillas se detiene, frente a él, como a unos diez metros, se forman unas correderas de agua lenta pero profunda.

Las truchas, que se alimentan de pequeñas polillas, saltan con sus cuerpos arqueados fuera del agua, como queriendo espiar un mundo desconocido.

Sin que nadie lo note, el viejo prolonga su brazo con una vara muy fina, un movimiento rítmico hacia delante y atrás, le impone una figura seductora. Su línea forma un rulo en el aire que cuesta dejar de mirar. Por un segundo, un sentimiento raro se apodera de mí. Pienso, que sabia es la naturaleza, acepta al pescador con todas sus carencias, y comprende que es solo un instinto primitivo que aun no pudo superar, y se entrega cien por ciento a su juego.

Casi mágicamente, la línea se posa sobre el agua extendida, como queriendo alcanzar un sueño postergado. En su punta, flota atada una adams parachute, Su mechón de pelo blanco, la hace inconfundible e irresistible a la vez.

Ya entrada la tarde, el pescador un tanto cansado sin su objetivo logrado, no cambia su entusiasmo. Muy dentro de él, sabe que la pesca es solo una excusa, su esencia es parte del lugar.

El tiempo se detiene por unos segundos para dar lugar a un momento inolvidable: el agua estalla en un borbotón, la pequeña mosca desaparece; la línea se tensa arqueando la caña, una Scott numero 3, su preferida, confidente de tantos momentos de alegría, el reel le regala su más linda melodía. No fueron menos de quince metros los que nado el pez corriente abajo, para culminar con un salto digno de un acróbata.

La trucha, una arco iris como de dos kilos, que brilla como un diamante con los últimos rayos de sol que atraviesan su vuelo.

De pronto, el ambiente enrarece ¿una batalla en el paraíso? Al hombre lo desborda una emoción de poder y sometimiento.

El pez desorientado no podía dejar de pensar que había salido mal, solo estaba alimentándose. Mientras sus fuerzas se agotan logra ver la imagen deformada del pescador, que se apresta a tomarla con su mano libre. Resignada a su destino, la hermosa trucha se entrega.

El viejo pescador se arrodilla en una pierna, como haciendo una reverencia, traba la caña en el ojal de su chaleco y toma al pez con la ternura de una madre por su bebé. Le saca el anzuelo, la besa en el lomo y le agradece el momento. Luego de acunarla unos segundos dentro del río para que recupere su oxígeno, la libera con la sonrisa de un niño en su mejor navidad. El pez se aleja despacio, ya no esta desorientado, tal vez un tanto confundido, nunca va a comprender desde su mundo lo sucedido.

El viejo, ya erguido, levanta su mirada al cielo y agradece al universo con lágrimas en los ojos, como pidiendo perdón a la vez.

La luna que ya esta presente parece contestarle, cambiando los colores del lugar por una infinidad de grises.

Ya en la orilla cansado y con su brazo adormecido se recuesta sobre el pasto verde y húmedo a recuperar su aliento, pero un fuerte dolor se apodera de su pecho. Por un momento siente miedo, una eclosión de pequeños caddis se transponen al gris del cielo, haciendo notar en su vuelo errático y desorientado el anuncio de lo inevitable.

El anciano con los ojos cerrados ve pasar frente a él toda su vida como en cámara rápida, solo la emoción de momentos sublimes logran detener la imagen solo unos segundos: el nacimiento de sus tres hijas y sus siete nietos daban sentido a toda su vida. Ya sin lágrimas en los ojos y con la paz que lo caracteriza, comprende que había llegado el momento. Aquello con lo que había soñado tanto, estaba sucediendo. Es mágico, el sonido de las aguas acunan su partida. Su cuerpo dormido, yace en la orilla, pero su alma quedaría eternamente custodiando aquel hermoso lugar.