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HUMOR
/ PESCA
El auto del pescador
por Juan Pablo Gozio
No creo que nadie pueda decir que tiene un “auto de pescador” si el
vehículo fue fabricado en los últimos 5 años o lavado dentro del mismo
período. Lo contrario es un auto paquete para pasear y mostrar en las
ferias de automotores.
Un auto de pescador no debe limpiarse nunca, por eso está cubierto de
varias capas de tierra felizmente adquirida en caminos declarados
intransitables por el ciudadano común. Cada capa es un mudo testigos de
las aventuras y a ninguno le gustaría estar lavando su historia. Además es
muy probable que en el lavadero, una mano inexperta tire algo de mucho
valor como por ejemplo la tarjeta de ese restaurant rutero dónde paramos a
comer y juramos no volver, un rollito de tippet que cayó accidentalmente
bajo el asiento y ya pasó su fecha de vencimiento, una porción de
lombrices disecadas que yace en el baúl y acompaña en cada travesía, el
sombrero que un amigo olvidó en el asiento trasero 3 años atrás y aún
piensa haberlo extraviado, alguna pieza de ropa interior de aquella vez en
que en la salida de pesca hubo poca pesca, todo un puñado de colillas de
cigarrillos que un amigo fumador dejó como huella para que lo recordemos,
también podríamos perder una dirección anotada en la parte trasera de una
factura de luz impaga, dónde supuestamente deberíamos encontrarnos con
alguien, algún día...
El auto de un pescador tiene equipo de audio, pero sintoniza una sola
radio, hace ya muchos años... Por suerte es la que tiene un programa de
pesca, el cuál es escuchado religiosamente cada sábado a la mañana. La
misma estación que nos brinda el incierto pronóstico del tiempo al inicio
de cada salida y en la que se escuchan los partidos de fútbol cuando
volvemos medio dormidos por la ruta. Si bien puede escuchar una sola
radio, en la guantera y en otros intersticios aún desconocidos hasta por
el fabricante, yacen pilas de cassettes de mala música, proveídos por la
última dama que se atrevió a pilotear la nave. El último CD de Ricky
Martín, vulgarmente copiado en un cassette, solo puede servir en el auto
como proyectil para vengar la maniobra impropia de un conductor, o su
cinta para wing-cases de ninfas.
En las descolocadas o ausentes alfombras de goma se encuentran restos de
arena de las vacaciones familiares en la playa, los cuales serían
gustosamente removidos por su falta de integración al paisaje, si no fuera
porque esa acción podría llevarse también la pluma que duerme bajo la
alfombra de ese pájaro que no pudo esquivar el paragolpes. También podrían
perderse moscas que fueron muy efectivas a última hora y fueron
“archivadas” en la penumbra. Entre la arena pueden verse latas de cerveza,
por supuesto vacías... También anzuelos con lombrices aún encarnadas,
pasajeros silenciosos en la estación que esperan un pie descalzo para
abandonar esa prisión arenosa.
La decoración, más allá de los agregados naturales, está ambientada
alrededor de la actividad piscatoria. Cuenta con calcos de peces y marcas
preferidas (pero inaccesibles), con alguna mosca vistosamente clavada,
siendo todos artefactos para motivar una conversación con el copiloto
ocasional. También sirven para dejar bien en claro cuál es el único tema
de conversación admitido en el habitáculo, en caso de copiloto de sexo
femenino con ganas de abrumarnos con problemas menores como el precio de
los tomates.
El auto pescador es fruto de años de evolución de un producto virgen de la
industria automovilística sometido a las exigencias más grandes del
entorno, del dueño y de sus amigos. Darwin entendería que semejante pieza
amerita la creación de un museo, por eso es deber moral de cada poseedor
mantenerlo en idénticas condiciones de higiene y variedad visual.
La mejor prueba para un auto pescador es subir a una dama, si quiere
tirarse por la ventana en los primeros 200 metros, lo hemos logrado! En
ese caso podríamos aprovechar el abandono y la estupenda tarde, usando el
auto para lo que fue concebido: IR A PESCAR!!
En la luneta trasera, se extienden, al menos, 4 equipos con los tramos
separados y con sus nylons tan enroscados que iniciar la pesca con ellos
sería tarea propia de Harry Potter... con un alicate o un lanzallamas. En
el baúl esperan cajas de pesca con hasta monstruos gigantescos que esperan
ser abiertas para atacar. Monstruos derivados de las últimas carnadas
utilizadas sometidas a altas temperaturas, lluvia ácida y fétidos aromas
provenientes de la cabina. Verdaderos Godzillas agazapados, cuidado!
En los bolsillos de las puertas se encuentran revistas de pesca de todas
las edades, incluyendo paleozoica. Sirven de compañía en lugares dónde la
radio no sintoniza y mientras esperamos al tractor que nos venga a sacar
del medio del vado del cuál dijimos: “Con esta máquina lo paso arando...!”
Sobre los asientos traseros, bajo el sombrero de nuestro amigo,
encontramos migas de galletitas devoradas con desesperación durante los
viajes de vuelta luego de todo un día de pesca. Las migas son coronas
níveas que se combinan con manchas de vino, cajitas de hamburguesas y
trozos de quesos que ya pasaron por todos los estados, desde fresco hasta
cammembert, salvo aquellos que ya se fueron caminando. También hay una
añeja mancha de gaseosa que generó tal pegote que un niño se recibió de
abogado mientras estaba pegado allí desde la primaria. Fiambre no
encontramos porque eso es lo primero que se agota, tanto para consumo
humano o carnada. Una botella de agua rebota distraída, luego de varias
etapas de un proceso de recalentado a 35° y posterior enfriado en la
heladera, y con un sabor a manantial hace tiempo perdido. Había una
botella de coca cola con el último sorbo, pero tuvo que ser evacuada antes
de explotar... Voló media laguna cuando tocó el agua y la contaminación
fue similar a la del Exxon Valdez. Restos de muchos tipos de yerba mate le
dan un tono campestre al auto y hacen una perfecta combinación telúrica
con la arena y el barro mencionados.
Un auto de pesca debe tener la capacidad de llevarnos dónde deseamos ir,
no más que eso. Usted puede comprar una camioneta 4x4 de u$s60.000.- pero
no es un auto de pesca, solamente un vehículo off-road con menos carácter
que el pan blanco. El auto de pesca es simple, tiene personalidad en la
humildad, es descargado, está llevado al límite de la simplificación de
funciones y llevado a la esencia misma. El cromado no tiene lugar en
caminos trucheros dónde a la vuelta de la esquina se encuentran truchas
gigantes esperando cualquier cosa que brille y parezca comida. Igual
razonamiento se aplica a todo tipo de antena, nadie quiere que lo
confundan con un insecto. El sigilo y el camouflage son elementos
importantes, recordemos la importancia de la cobertura de tierra...
El óxido justiciero se encarga de las partes innecesarias de la chapa que
agregan peso inservible. En el piso del asiento trasero hay un agujero a
través del cuál puede verse la tierra pasando bajo los pies dando una
sensación hipnótica y de cuarta dimensión. Esta experiencia ni se compara
con tener los pies apoyados en plásticas y limpias alfombras, producto de
una sociedad consumista que busca seguridad en bienes terrenales y
descuida la conexión espiritual... Además, los agujeros constituyen un
primitivo pero eficaz sistema de acondicionamiento de aire, tanto en
verano como en invierno. Durante el verano es agradable ir saboreando la
tierra del camino recorrido, y colabora con nuestro camouflage personal.
En el invierno, la sensación de congelamiento nos hace agradecer tener
puestas 4 camperas y una hornalla prendida con agua caliente en el asiento
del copiloto. También sirve de baño de urgencia, evitando la explosión de
las vejigas de los pescadores que con tal de no perder un segundo aprietan
las piernas hasta llegar a destino, aún si ése es San Martín de los Andes
y las ganas acuden en Chivilcoy. Los vientos que penetran por las juntas
de las puertas tienen reminiscencias (y la misma temperatura) de los
fuertes vientos que azotan el Himalaya.
Un auto pescador, no se compra, se cría y se alimenta. Sobre todo eso. Un
auto pescador es un organismo cibernético que chupa fluidos combustibles
como un niño sorbe coca cola, y lo procesa en una absolutamente imperfecta
combustión, violando todos los protocolos respecto de emisiones,
especialmente el de Kioto. El color del gas de escape es similar a una
nube negra devoradora de todo ser vivo y, en él, se encuentran los 3
litros de aceite por litro de nafta que consume.
Vendrá un día en el que el auto tan querido no pueda avanzar más. Quizás
puedan pensar que es una buena idea ir a un negocio de compra-venta de
autos usados y obtener algunos pesos por él. Un vendedor se acercará y,
entre asco y sorpresa, nos ofrecerá $150 por nuestro auto pescador. Por
ese auto que nos ha llevado a miles de excursiones con amigos y que conoce
más secretos de pesca que Marcelo Morales, más chistes que Corona y más
mentiras que el propio Belcebú... y este Neandertal nos ofrece solo
“ciento cincuenta mangos”... Es como ofrecer veinte dólares por la Mona
Lisa!!!!
Ese compañero mecánico no puede quedar en manos de un vulgar chatarrero.
Convendrá estacionarlo en la puerta de casa y que se vaya mezclando con el
medio ambiente y devuelva en forma de óxido todo lo que la naturaleza le
dio y en ese proceso vaya manteniendo las memorias que juntos recorrimos.
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