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:: TECNICA
/ PESCA CON MOSCA
De Corrientes, esteros y
dorados
por
Juan J. Serra
Enero, calor, la inmensidad del estero hasta
el horizonte, y el sol del mediodía correntino me golpean, me abarcan, me
embriagan. Voy volviendo ya a la costa.
Somnoliento, cansado, dejo derivar en silencio mi bote por el arroyo,
entre el juncal alto, hurgando en las sombras sobre la arena del fondo y
quizás…el ansiado destello.
Voy apenas acariciando la superficie del agua cristalina con el remo de mi
tacuara.
Solamente los adormecidos sábalos se dejan ver, yéndose lentamente,
buscando la sombra.
Sí, ya sé, desaparecieron…pero que le voy a hacer…el ansia puede más. Los
feroces, centelleantes fantasmas de las aguas del estero se perdieron en
lo recóndito; misterio de lagunas, arroyos, embalsados y canales que sólo
ellos, el lobito, la curiyú, el yacaré conocen.
Pirayú, pesadilla de todo bicho chico y mediano que viva o se meta en el
agua y por siempre y desde siempre mi sueño dorado, en el extremo de mi
línea.
La Vida le regaló a mi infancia éste sueño correntino de infinito campo,
monte y palmares. Olor de mañanas de bruma en el bañado con chapoteo de
caballos. Sorpresa de ciervos y guazunchos, silenciosos ellos, invisibles
casi. Aromas tibios de primavera emergiendo de las flores del monte, y
atardeceres rojos, lentos, que se fueron…quedándose para siempre.
Pero el agua…el agua de cristal de lluvia, atrapada en el inmenso juncal,
en el río, la laguna; el agua que va lentamente escurriendo sus secretos,
danzando suave con el camalote. Y en ella el actor principal de mil dramas
y comedias, sólo o con mis amigos, con diálogos de anzuelos y mandíbulas
que crujen, doblan y destrozan. Visiones, espejismos de oro en el
atardecer, rompiendo la superficie y la calma con saltos de furia.
Hoy picaron no muy temprano, a media mañana y fueron dos. Mis Muddler-Deceiver
los tentaron otra vez. Hermosos, vitales cuatro y seis kilos que volvieron
a su medio luego de prestarme su energía y belleza por unos instantes.
Sé que a la tarde volverán más, patrullando la caída del veril, el playado
tal vez. Nunca se sabe. Veloces, ansiosos, tras las boguitas y sábalos que
aterrados buscan el bajo o el planterío acuático. Pero esos son los que
van en patota, alborotando al cazar. Se necesitan y planean el ataque en
comando. Van de a cinco, seis ó más acorralando al cardúmen. Son de tamaño
mediano y pura velocidad. Me divierten en grande cuando los tiento con mis
moscas, pero…es fácil. Pelean como perros salvajes y saltan como
acróbatas…pero no.
No son ellos lo que mi ansia, mi pasión, mi desesperación busca. Sé que
hay una fiera mayor allá. Solitaria. Dios sabe donde, recorriendo el
laberinto debajo del embalsado, a veces bordeando el canal del río, a
veces recortándose en la laguna grande sigiloso al caer el sol, con
fugaces y potentes arremetidas cada tanto. Re-escribiendo día a día desde
siglos el drama oculto y silencioso casi siempre, que resulta en restos de
sangre y escamas que se depositan luego derivando lentamente, sobre la
arena del fondo.
Me refiero a él, al dorado grande que caza solo; ese no quiere, no
necesita compañía. El pez dueño de los peces del estero. Diez, doce y más
kilos también. Nada fácil. Astuto, desconfiado al menor sonido ajeno al
ambiente y a su memoria instintiva, milenaria. Ataca como un tigre y lucha
como tal. Si la mosca es grande el ataque será brutal: dentellada y
arrancando, todo en una fracción. Hay que concentrase bien al recoger la
línea, la presión justa con los dedos y buenos reflejos o habrá corte
violento. Velocidad y fuerza bruta son sus principios vitales. No hay
chances de equivocación.
Docenas de anzuelos y más de una cuchara me dobló este personaje de
leyenda, mientras aprendía de chico, de a poco, como armarme para lidiar
con él.
Broncas expresadas y lágrimas contenidas en aquellos tiempos, en aquellas
expediciones y aventuras adolescentes. Eran el resultado de horas que se
hacían días tras la bestia. Días que en aquel entonces desembocaban en una
siempre sorpresiva e inenarrable acometida y salto, para volver al
silencio, la nada, vacío yo de pez y espíritu en un instante en medio del
estero o en la costa del río.
Por eso te respeto, te admiro y te busco siempre. Toda esa Naturaleza pura
y salvaje del paisaje correntino más su sol naciente, se resumen
concentrándose en tu esbelta y poderosa figura de pez predador, y en tu
color. Y reinas en esas aguas puras que sólo provienen de las nubes.
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