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PESCA
Y DEVOLUCIÓN
Por
Mel Krieger.
Traducción: María Cristina Pais
La pesca con mosca, con más énfasis en el estilo que en
su eficiencia y en la experiencia que en su “beneficio”, ha sido el
líder del movimiento de la pesca y devolución. Este pequeño
movimiento, pero rápido en crecimiento, tiene afiliados en todo
el mundo, más que nada como resultado del trabajo misionario
hecho por los pescadores con mosca de los Estados Unidos. Hay tiempos,
sin embargo, que algunos de nosotros nos dejamos llevar por nuestros
propios slogans y entusiasmo que nos olvidamos de nuestros propios principios
como pescadores y nos rehusamos a considerar otros puntos de vista.
Hace un tiempo atrás caí a tierra por un incidente en
mi escuela de pesca. Comúnmente muestro una película:
“El camino de la trucha” (en ingles: “The Way of the Trout”) que concluye
en una fuerte súplica para la pesca y devolución. Justo
después de la ultima escena dramática que concluye en
una devolución de una enorme trucha arco iris, un nene de 11
años impulsivamente salta de su asiento y dijo: “Yo no hubiese
devuelto el pez”. Avergonzado, él inmediatamente se sentó
y explicó “yo no hubiese devuelto la trucha, nunca capture un
pez así de grande”. En el incómodo silencio que siguió
me di cuenta de que casi la mayoría en ese cuarto y -en lo que
vale, la mayoría de los anglosajones- tampoco hubiesen devuelto
al pez. No me acuerdo de las exactas palabras que use para esa clase
y tampoco para el chico, pero sí recuerdo sentirme incompetente.
La dicotomía evidente que hay en el pescar y luego soltar al
pez es no sólo difícil de entender, sino que puede ofrecer
una especie de lógica perversa a favor de quedarse con la presa.
Un famoso naturalista recientemente dijo, respecto de la pesca deportiva,
que es una perversión y que la única justificación
razonable para cualquier pesca es la comida. Esa lógica se podría
trasladar en algo así: el hombre por su naturaleza es un animal
cazador que sobrevive con matar y comer animales menores… Y estas acciones
innatas son honestas y genuinas. A la inversa, al ser un deporte, una
especie de juego, fuera de estas experiencias reales, está la
posibilidad de traumatizar a algunos animales salvajes para su propio
placer, podría ser una perversión que degrade al hombre.
Para la mayoría de los hombres civilizados, el matar y comer
lo que se caza es probablemente lo más cercano a nuestros instintos
básicos de cazador. Déjenme agregar que el matar es una
conclusión lógica de la caza y a nadie le tendría
que hacer sentir avergonzado o culpable acerca de querer consumar la
experiencia de la pesca al quedarse con la presa cazada.
Sin embargo, con todo el debido respeto a nuestros naturalistas bien
intencionados y a nuestra previa discusión, hay también
argumentos válidos que dar a favor de la pesca y devolución.
Primero, no debería haber debate acerca de la necesidad y de
la alta proporcionalidad entre la pesca y devolución en algunas
de nuestras aguas con exceso de pesca. Hay simplemente mucha gente y
pocos peces. Las regulaciones requiriendo la devolución del pez
funcionan. Hay también una consideración filosófica
que con el tiempo puede ser incluso más importante al deporte
y al pescador; hay momentos en donde el hombre se esfuerza por ser algo
más que sólo un brutal animal. Noble podría ser
una buena palabra para describir el concepto que le permita al hombre
satisfacer su innata necesidad de cazar y luego de devolver su premio
a la naturaleza. A lo mejor es simplemente modificar algunos de sus
instintos para permitirse sobrevivir en este vapuleado planeta.
Finalmente, la mayoría de nosotros tomamos esta decisión
emocionalmente, por cómo nos sentimos. En este sentido permítanme
ofrecerles mi propia experiencia; no fueron muchos años atrás
en los cuales me quedaba con todo lo que pescaba, empecé a devolverlos
por las regulaciones que existen en algunas de las aguas que frecuento
y por presión de mis amigos y compañeros de pesca. Fue
incómodo al principio y me encontré a mí mismo
molesto por el programa de la pesca y devolución. Luego pasó
una cosa extrañamente graciosa la cual no puedo realmente explicar…
empecé a disfrutar la devolución del pez. Y ahora cuando
siento a un pez moverse a través de mis manos y luego alejarse
de vuelta a su hábitat me hace sentir bien. ¡Me hace sentir
realmente bien!
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