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SALMO
MALABARICUS:
una duda..., dos ensayos
y una anécdota
por Diego Flores
Una
duda
“Si un hombre parte de certidumbres,
terminará en la duda;
pero si se contenta con partir de la duda,
terminará en una certidumbre”
Francis Bacon (1561-1626)
Las
cajas de mosca son un compendio riquísimo en el que confluyen
numerosas vertientes; las históricas, las actuales y las que
hacen a las aguas natales del pescador. Por ejemplo, es muy común
que los mosqueros trucheros empapados con la pesca del dorado (por gusto
u origen) recurran a modelos destinados para esta especie, a veces en
estado puro, a veces especialmente modificados. Otro caso es el de los
pececitos de epoxi, y teniendo en cuenta que resultan buenas imitaciones
de puyenes y juveniles de pejerrey, su futuro es auspicioso.
Ahora bien ¿por qué en estas cajas henchidas de mundanidad
los poppers son una especie desconocida? ¿Será que no
les llegó la hora?. No lo creo, los poppers son moscas aún
más viejas que las de dorado o los epoxi minows.
¿Acaso será por su escaso rendimiento? Teniendo en cuenta
el éxito evolutivo de los poppers (cientos de modelos para decenas
de especies de aguas dulces y saladas) y que los salmónidos son
ávidos comedores de superficie, me inclino por otro no.
¿Tendrá que ver más con la naturaleza de los mosqueros
trucheros que con la naturaleza de los poppers? Sin total seguridad,
una voz interior me dice que por ahí anda la cosa. Amigo de la
polémica unipersonal, tomo una barca pequeña y me arrojo
a un encrespado mar de las especulaciones. Tullido y mojado por la travesía
comienzo escribir, tan desordenado como sin esperanza de sentido. Aún
así he de reconocer que entre los matorrales de mis escritos
han crecido frutos jugosos que bien vale compartir.
1er Ensayo:
El extraño caso de Joe Brooks
La vida me ha enseñado que no puede haber conclusiones valederas
desentendiéndonos del contexto histórico, pero ¡menudo
mundo el de la pes-ca con mosca cuando se lo pasa por este tamiz!.
El sentido de elite del mosquear truchas y salmones (no confundir con
sensibilidad y buen gusto) se nutre en su pasado de nobleza. Pasado
que durante centurias dictó códigos y apetencias, en el
intento de diferenciarse de los estratos sociales inferiores.
Como contrapartida, el joven mundo del saltwater demostró una
conducta menos reprimida y represiva (disculpando las connotaciones
sexuales de estos términos). Una prueba es su relación
menos histérica con el spinning, el baitcasting y la carnada.
Por el contrario el grueso de los mosqueros trucheros siempre hizo notar
(como mínimo) la depreciación de estas artes, aunque en
muchos casos las practicaran a escondidas.
Aquí
encaja Joe Brooks, un pescador con fuertes raíces de bass y saltwater
que desestructuró el argento mundo de la mosca. Si bien se sabe
mucho de Joe, pocos saben que su mejor marrón (7,500 kg.) fue
cobrada en la boca del Chimehuin, con un popper!!! Ante esta anécdota
cabe la siguiente inquietud ¿sólo se trató de una
excentricidad, que luego se agotó en intentos vanos? Teniendo
en cuenta la evidencia (1) estoy convencido de que no. Y arriesgo más:
Brooks nos sacó la venda con sus pinceles y en un circulo vicioso
de fe, propaganda y práctica intensa, los pinceles terminaron
sacando cientos de grandes y marcando una época.
Pero que habría ocurrido si Brooks se empecinaba con los poppers,
¿la historia habría cambiado?. ¿Formarían
los poppers parte de las moscas de un pescador patagónico?
En mi opinión todo nace del “fondo de cocción histórico”
que templaba a los mosqueros argentinos. Una blonde (hija del mar) tanto
en el aire como en el agua se adapta a los cánones de refinamiento
y estética de la mosca. Por el contrario, la tosquedad de un
popper nos retrotrae permanentemente al spinning, esa modalidad “inferior”
de la cual surgió. Y ahí, sin apenas nacer, comenzó
la muerte de todo...
2º
Ensayo:
¿Moscas para especies determinadas
o moscas para situaciones determinadas?
“Los
accidentes de la naturaleza producen costumbres y usos peculiares a
estos accidentes, haciendo que donde estos accidentes se repiten vuelvan
a encontrarse los mismos medios de parar a ellos, inventados por pueblos
distintos. Esto me explica porque la flecha y el arco se encuentran
en todos los pueblos salvajes, cualesquiera que sean su raza, su origeny
su colocación geográfica.”
Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888)
Teniendo en cuenta el impacto que Herbert Spencer y Charles Darwin provocaron
en los dogmas de la época (mediados del 1800), hay poco margen
para creer que esta máxima naciera del propio Sarmiento. Aún
así, y sin poner en juicio su agudo sentido de observación,
resulta un párrafo sobre el que vale la pena meditar. Y mucho.
Pero, ¿qué tiene que ver este concepto con la mosca? Mucho
más de lo imaginable, aunque para que lo esencial se haga visible
a los ojos convendría cambiar algunas palabras. Qué tal
lo siguiente:“Los accidentes de la naturaleza producen conductas inherentes
a estos accidentes, haciendo que donde estos accidentes se repitan vuelvan
a encontrarse las mismas estrategias de vida, desarrollados por peces
distintos. Esto me explica (por ejemplo) porque los streamers resultan
engaños comunes a cualquier pez cazador, cualesquiera sean su
especie, su origen y su colocación geográfica”
Observando los antagonismos de la historia, resulta por completo natural
que estos antagonismos se filtraran, en el de por sí, irreflexivo
mundo de la trucha con mosca2. Sin entrar en segregaciones más
lejanas3, basta releer una revista Safari o una Flyfisherman de los
años 80 para advertir que (salvo honrosas excepciones) las “técnicas
de pesca con mosca para truchas” quedaban limitadas al estrecho círculo
de las “técnicas de pesca con mosca para truchas” (y a lo sumo
otros salmónidos). Y pobre del que osara filtrar información
técnica de otras especies, en teoría inferior. La critica
más leve que se podía recibir era la de ser “un patán
miserable corrompiendo el refinamiento y la esencia de...”.
Queda claro que desde la rotura del mundo bipolar (caída del
Muro de Berlín) y con el avance de la globalización, muchos
dogmas quedaron cabeza abajo. De hecho, hoy es normal asistir, y hasta
es tomado como una deliciosa excentricidad, el intercambio entre compartimientos
hasta hace poco tiempo completamente estancos4.
La pesca de dorados en aguas claras se nutre de la pesca de truchas
y salmones. El mundo de las truchas se enriquece con la tecnología
de la pesca de mar. Y los mosqueros de las lagunas bonaerenses no sienten
ningún tipo de pudor en escrutar cualquier tipo o forma de pesca.
Cabe alguna duda de que en materia de lisas, los pescadores de carnada
les llevan años luz de ventaja a los mosqueros. En el caso de
iniciarse con esta especie de qué información prescindiría:
¿la de los liseros más picantes o la del fly shop amigo?
En la laguna Sucia (Esteros del Ibera) se pescan dorados con técnicas
similares a los usados en los keys y mangroves de Florida. Y será
cuestión de tiempo que un guía yanqui curtido en Corrientes,
nos desasne en una revista top sobre cómo al aplicar técnicas
o patterns propios del dorado, se abrieron nuevas rutas en el saltwater.
Tras estos dos ensayos mi síntesis es la siguiente: aunque el
reloj mosquero atrase unos 150 años con respecto a las mentes
más brillantes del siglo XIX (Sarmiento, Spencer y Darwin, fueron
simples ejemplos) nunca debe olvidarse que las conductas de los organismos
surgen como proceso de ajuste y consecuencia del ambiente. De allí
que donde las características del entorno se repitan, existen
altas probabilidades de dar con conductas similares, aún tratándose
de peces muy distintos.
Peces y hombres somos meros frutos del ambiente. Qué tal sacarnos
las anteojeras, y aprender sin complejos los jugosos conceptos que llegan
desde otras modalidades. O aún mejor, qué tal mudar nuestro
foco de interés a otras áreas del conocimiento que nada
tengan que ver con la pesca (música, literatura o divulgación
científica, son un buen punto de partida). No sea cosa que en
la obsesión de nuestro pequeño divertimento nos convirtamos
en autistas. O lo que es peor, en arrogantes ilustrados. Verdaderos
científicos del arte de la mosca, pero completos ignorantes de
cómo éste encaja en el mundo real.
Anécdota en Tierra del
Fuego
En
este punto rescato una vivencia que cambió mi manera de pensar
con relación a las truchas. La misma aconteció en Tierra
del Fuego, junto a Noel Pollak y Sebastián Casado. Desde el punto
de vista geográfico, esta isla se divide en tres regiones distintas:
la Zona Norte (una estepa de escasa pendiente), la Zona Sur (de corte
montañoso) y la Zona Central (un intermedio entre las dos anteriores).
Si bien los suelos granulosos de la Zona Norte favorecen la formación
de lagunas, debido a su escasa profundidad y los intensos vientos que
llegan a secarlas por completo, plantean malas condiciones de vida para
los salmónidos.
Sin
embargo, a medida que nos adentramos en el corazón de la Isla
por la Ruta Nº 3 la situación cambia poco a poco. Unos 80
km. al sur de Río Grande la llanura deviene en serranías
bajas cubiertas de lengas. Este aumento de heterogeneidad ambiental,
propia de todo ecotono, también se ve reflejada en sus ambientes
lacustres que prodigan inmejorables oportunidades para las truchas.
Este es el panorama a la altura del pueblo de Tolhuin, donde existen
varias lagunas que forman parte de las cabeceras de ríos como
el Ewan y el San Pablo. Es el caso de la laguna Pescado, las Mellizas
o Lagos Hailsha y la laguna Sutherland o Hantu.
Ya en el lugar de pesca, caminamos junto a nuestro guía, por
la margen norte de la laguna Hantu por dos kilómetros. Lo que
más me sorprendió fue su gran parecido con las encadenadas
del Salado; con el fondo de lodo negro, sus aguas color té (debido
a la solubilización de los ácidos húmicos del suelo)
y los densos anillos de vegetación costera entretejiendo abras
y canales muy difíciles de vadear. Se le sumaban cisnes de cuello
negro, gallaretas, cauquenes y diversas especies de patos en una abundancia
tal que no encajaban con ningún registro de un ámbito
truchero. A simple vista parecía un híbrido entre un pequeño
lago cordillerano y la laguna de Adela, pero sin juncos.
Fue indudable que en la caminata mi subconsciente rumió muchísimas
imágenes de mi pasado de taruchero, ya que mi elección
recayó en un popper (elección completamente descabellada
ante un ambiente desconocido). Me acorde de un pequeño modelo
de pelo de ciervo y foam en anzuelo Nº 12, una delicatessen para
dentudos zapatilla, que sumaba unas cuatro temporadas sin uso. Omito
los comentarios de mis compañeros, aunque en Noel supe ver el
típico brillo ocular que precede lo que puede ser un acontecimiento
para el recuerdo. Algo muy similar a lo que nos pasó, pero a
la inversa, con las “ratas de agua” del Caleufu (otra anécdota
que algún día se debería contar).
Anudado a un tippet 4X, mi pequeño popper rojo y amarillo salió
de su letargo con audibles “plops” al borde de las algas. Al tercer
tiro sufrió la artera vejación de un sombrío habitante
de la laguna. Tras un azote similar a la tomada de una tarucha a un
buzzer, mi amada Ultrafine se vio forzada al límite durante más
de cinco minutos. El resultado fue un espléndido marrón
macho, color hígado, de 55 cm de largo.
De no haberse producido otro pique, este acontecimiento hubiera quedado
en lo anecdótico. Pero para mi deleite, en menos de 20 minutos
otras dos marrones se dejaron seducir por el “canto amoroso” de mi minibug.
Esto desató el pandemonium. Toda mosca que tuviera un parecido
con un popper quedaba en manos de desaprensivos cirujanos, capaces de
cualquier vivisección con tal de lograr el efecto deseado. Sebastián
cayó en la cuenta de que la mejor opción pasaba por unos
bombers naranjas (Nº 8 y 6) atados especialmente para las sea trouts
del Grande. Enmantecados con siliconas partieron al agua con la celeridad
de balas trazadoras.
Una vez que mi minibug quedo reducido a jirones y tuve que caer en la
solución de compromiso de los bombers, ¡cómo eché
de menos mi pequeños poppers para tararira tamaño “rosedal”,
confortablemente adormecidos a unos 3500 kilómetros de distancia!
Al final del día caímos en la cuenta de que en materia
de poppers las técnicas más picantes mostraban grandes
paralelismos con las aplicadas para Hoplias. Una consistía en
tirar la mosca en el medio de las áreas despejadas y traerla
con popeadas cortas (onomatopéyicamente “plisshhh”) y muy seguidas,
con fines puramente irritativos. La otra, más rendidora tras
el rapto de los primeros ataques, era prospectear los “huequitos” y
los bordes de la planta con popeadas largas y lentas (“ploogggck”) e
intervalos de inmovilidad de hasta un minuto. Al contrario de lo que
cabria esperar buena parte de las tomadas se producían en la
espera.
Paradójicamente la única especie que tomó poppers
fueron marrones; las fontinalis y arco iris quedaron en manos de los
streamers y ninfas. Antes de cerrar la experiencia vale la siguiente
observación: en mi vida de pescador he visto decenas de marrones
subiendo como misiles a secas drageadas, aunque a las actrices de esa
tarde les sobraba un plus de agresión y violencia. Un fenómeno
claramente atribuible al efecto “sonoro” de los poppers (salvo el sound
cast pescando imitaciones de terrestres, una variable nunca tomada por
los mosqueros trucheros).
Cerrando...
Si bien en mi mente (intuitivamente) siempre hubo estrechos lazos de
hermandad entre marrones y tarariras (bajo la forma de predadores malignos),
jamás se me ocurrió utilizar las técnicas de pesca
de la segunda con la primera. No fue hasta que en sus caminos se solaparon
en un ambiente parecido, y se produjo el gatillo: de la anécdota
y los ensayos. Habiéndoseme abierto un nuevo paradigma (camino)
personal me carcome la siguiente duda ¿Qué podría
esperarse actuando de la misma forma pero en un ambiente truchero más
típico?
Mi residencia en Capital, mas cerca de dorados y tarariras, ha redefinido
en mí (sin buscarlo), un lenguaje mosqueril más accesible
a los carácidos que a los salmónidos. En un intento de
“violentar las aguas” sueño despierto con mis home waters barilochenses:
los juncales del Fonck Chico o el Brazo Blest con un belly boat o las
aguas del Limay Superior o el Caleufu. Sólo que en vez de streamers,
Madame X y demás monstruosidades me veo presentando delicadas
variaciones de poppers5 y “ratones acuáticos”.
Créanme, ya ate una caja de engendros emplumados acorde con mis
nuevas fantasías. Elucubro despiadados ataques de marrones sobradas
en carnes. Y lo que es el peor síntoma de esta nueva enfermedad,
me embarga un insistente temor ante la posibilidad del no retorno...
1.
Mediten sobre el siguiente ejemplo. De sacar una trucha gigante con
una mosca, por más descabellada y extraña que esta sea,
cuanto habríamos de intentar vanamente hasta convencernos de
que su utilidad fue fruto de la casualidad. Días, meses, años...
En mi caso, creo que se transformaría en una obsesión
inextinguible. En el peor de los casos, una efímera obsesión
de unos pocos minutos a lo largo de todas las temporadas por vivir.
2.
Irreflexivo no ante las menudencias de su práctica (donde se
muestra en extremo puntillosa), sino en su relación con los grandes
pensamientos contemporáneos.
3. Sólo
por dar un ejemplo, no caben dudas de que el purismo y las agudas observaciones
de Halford sirvieron de mucho a la pesca con mosca y es justo que por
ello se le rinda reverencia. De la misma manera, y en una muestra de
veracidad histórica, cabe destacar que las rencillas fraticidas
por él desatadas (secas vs. húmedas) promovieron un gran
retraso y el envilecimiento del sentido común de muchos de sus
contemporáneos. Afortunadamente siempre hay un Skues para un
descosido.
4. Más que
de estanqueidad convendría hablar (máxime teniendo el
ejemplo de Brooks) de una “permeabilidad selectiva” en la que es más
importante el status de quien lo dice, que la calidad de lo que se dice.
5. Entiéndase delicadas por “a escala”. Lo que hace que los poppers
sean tomado por moscas burdas es el tamaño en que generalmente
se los ata y el acotado uso que la mayoría les da (un robótico
“plop” atrás del otro). Una situación que cambia de plano
al usar anzuelos de mosca seca entre Nº 8 y 10, quitarles el líder
de acero, anudarlos a un tippet 3X y utilizándolos de formas
más inteligentes y variadas.
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