Editorial Boletín Mosquero 71

Peligro Alga Diatomea 

El inicio de una nueva temporada, vuelve a volcar nuestra atención respecto de los lugares de pesca y las amenazas que se ciernen sobre ellos por las especies invasivas. Entre ellas, las algas diatomeas, que de ser un mero organismo unicelular originario de los ríos pobres en nutrientes del noreste de China, se ha transformado, seguramente a través de sucesivas mutaciones, en una plaga que se fue extendiendo, primero al noroeste de Estados Unidos, luego a los estados del Este y recientemente al Hemisferio Sur. Lugar al que ni los autores de cine catástrofe más afiebrados pensaban que algún día pudiera llegar.
La aparición en nuestro hemisferio ha causado un verdadero revuelo a nivel mundial, sobre todo en el ambiente de la pesca con mosca, pues pareciera ser que es el pescador con su equipo, el vector de transmisión. Los lugares que se infectan, son precisamente los que se pescan.
Y también ha causado alarma en la comunidad científica, pues se trata de un organismo que no deja de sorprender por su capacidad adaptativa a ríos de las más diversas características.
Los primeros informes de su existencia se remontan a fines del siglo anterior en el Norte de Europa, -Islas Faroe, Escocia, Suecia y Finlandia- luego en la región de Chanchou, en China a comienzos del siglo pasado. Detectado en los ríos de cuenca pacífico en Estados Unidos en el siglo anterior, se lo suponía propio de las cuencas escasas en nutrientes; por lo que la primera sorpresa fue encontrarlo en los ríos del noreste norteamericano. Luego se suponía que era un organismo propio del Hemisferio Norte, dado que nunca había sido detectado en nuestras tierras. La aparición en N Zelandia en el año 2004 demostró lo errado de tales suposiciones.
Durante el año 2008 Nueva Zelandia prohibió la utilización de suelas de fieltro en los waders, y en un intento por impedir la proliferación de las algas, exige que los pescadores provenientes de otros países exhiban un certificado de desinfección de su equipo expedido por un veterinario, comprendiendo éste, zapatos, polainas, líneas y moscas. Quien no pueda exhibirlo, sufre un decomiso temporario de su equipo, que le es retenido por la autoridad de aplicación, la que lo somete a desinfección, expidiendo el certificado, previo a su devolución.
También obliga a los establecimientos hoteleros que presten servicios de pesca, a poseer instalaciones donde se practiquen baños de desinfección diarios de los elementos utilizados.
Este es el esfuerzo más grande que con fines ecológicos de preservación del medio ambiente se realiza a nivel mundial, y en él participan no sólo las autoridades públicas, sino sobre todo los establecimientos hoteleros y los guías de pesca.
Es que ciertamente, presentar un lugar libre de diatomeas a los operadores turísticos, va a comenzar a ser un elemento muy valioso de la marca a la hora de comercializarlo, sobre todo en un mundo en el que la difusión de la epidemia parece estar fuera de control.
Obviamente no es lo mismo un lugar abusado ecológicamente al que cualquiera fue a pescar mientras pague sin que nadie le exija nada, a un lugar que pueda comercializarse como libre de plagas cuando todo el mundo está infectado.
En los ríos de agua fría de América del Sur la invasión del alga no ha sido detectada, aún cuando nada impediría su proliferación dado las características de sus aguas, y una vez que la barrera hemisférica, vigente alguna vez, quedó derribada a partir de octubre de 2004 con la detección en el Rio Waiau de Nueva Zelandia.
La diatomea es un alga unicelular microscópica que vive en colonias formadas con gran cantidad de individuos. Su acumulación va cubriendo todo el lecho del río con una capa amarillenta de hasta veinte centímetros de espesor, desplazando con ello al resto de los organismos que viven en ese lugar.
Si bien hasta el momento no ha podido correlacionarse la expansión de la infección con algún tipo de declinación en la pesquería, las extensiones de color amarillento y la facilidad de su propagación, provocan inmediatamente un daño en los precios, pues el pescador entre un ambiente contaminado y otro que no lo está, prefiere indudablemente el segundo.
Su adaptación a los más variados ambientes no deja de sorprender, así como su expansión virulenta en los ambientes contaminados.
En condiciones de laboratorio se ha demostrado que sus células pueden vivir hasta cinco mil horas en un ambiente húmedo, pero fuera del agua, como p.ej. las suelas de fieltro y cordones de las botas, una goma porosa como el neoprene de las polainas.
Su destrucción es muy sencilla con un baño en cualquiera de las soluciones desinfectantes disponibles, pero el problema es llegar a ellas, pues entre los intersticios del fieltro p.ej. la solución no actúa.
La reacción de Nueva Zelandia en defensa de su medio ambiente debe hacernos pensar nuevamente en el control de estas plagas y crear conciencia del daño severo e irreparable que habrá de producir nuestra inacción.